Creo que empecé demasiado pronto a reflexionar sobre la vida en vez de vivirla, y comencé demasiado tarde a tener plena conciencia de que la vida en sí misma es una acción, por lo tanto no había más que reflexionar…...

El año del conejo

17 de enero de 2012

LA PERSONALIDAD AUTOTÉLICA..Del libro "Aprender a fluir" de Mihaly Csikszentmihalyi



En igualdad de condiciones, vale más la pena vivir una vida
llena de actividades complejas de flujo que una vida empleada en
consumir ocio pasivo. En palabras de una mujer que describe lo
significa para ella la profesión: «Estar totalmente absorta en lo
que se está haciendo y disfrutarlo tanto que no se quiere estar en
ese momento haciendo ninguna otra cosa. No imagino cómo las
personas pueden sobrevivir si no experimentan algo así... ».
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Si existe una cualidad que distingue a las personas autotélicas
es que su energía psíquica parece inagotable. Aunque no posean
mayor capacidad de atención que cualquier otra persona, pueden
prestar más atención a lo que sucede alrededor de ellas, tienen
mayor capacidad para darse cuenta y están dispuestas a invertir
más atención en las cosas por sí mismas sin esperar una gratificación
inmediata. La mayoría administramos la atención cuidadosamente.
Sólo la entregamos a las cosas serias, a las cosas que
importan; únicamente nos interesamos en lo que puede promover
nuestro bienestar. Los objetos más dignos de nuestra energía psíquica
somos nosotros mismos y las personas y cosas que nos proporcionan
alguna ventaja material o emocional. La consecuencia
es que no tenemos demasiado sobrante de atención para participar
en el mundo por sí mismo, para ser sorprendidos, para aprender
nuevas cosas, para entrar en empatia y desarrollarnos más
allá de los límites impuestos por el interés en nosotros mismos.
Las personas autotélicas están menos preocupadas por sí mismas
y por ello tienen más energía psíquica disponible para experimentar
la vida. Kelly, una de las adolescentes de nuestro estudio
que normalmente manifiesta un alto nivel de desafíos y de
capacidades en sus respuestas a los cuestionarios del MME, se
diferencia de sus compañeras de clase en que no está pensando la
mayor parte del tiempo en novios, compras en el centro comercial
o cómo sacar buenas notas. En vez de ello, está fascinada por


parece que la vida podría ser más bien aburrida y carecería de
sentido; a mí no me gustaría probar una vida así, una vida de
ocio total, es decir, de no tener algo que hacer que merezca la
pena; me parecería una situación más bien desesperada.
Cuando somos capaces de afrontar la vida con esa implicación
y entusiasmo, puede decirse de nosotros que hemos logrado
una personalidad autotélica.

Autotélico es una palabra compuesta por dos raíces griegas:
auto (yo) y telos (meta). Una actividad autotélica es aquella que
hacemos por sí misma, porque vivirla es su principal meta. Por
ejemplo, si yo jugase una partida de ajedrez principalmente para
disfrutar de la partida, ésta sería una experiencia autotélica para
mí; pero si jugase por dinero o por alcanzar una posición en la
clasificación mundial de ajedrez, la misma partida sería principalmente
exotélica, es decir, motivada por un objetivo externo.
Si se aplica a la personalidad, la expresión autotélico designa a
una persona que generalmente hace las cosas por sí misma en vez
de hacerlas para conseguir después un objetivo externo.
Por supuesto, nadie es totalmente autotélico, pues todos tenemos
que hacer cosas, incluso aunque no las disfrutemos, por sentido
del deber o por necesidad. Pero existe una gradación, que va
desde las personas que casi nunca sienten que lo que hacen merece
la pena hacerlo por sí mismo, hasta las que sienten que la
mayoría de las cosas que hacen son importantes y válidas por sí
mismas. El término autotélico se aplica a estas últimas personas.
Una persona autotélica necesita pocas posesiones materiales, diversión,
comodidad, poder o fama, porque muchas de las actividades
que realiza ya son gratificantes. Como estas personas experimentan
los estados de fluidez en el trabajo, en la vida
familiar, cuando se relacionan con otras personas, cuando comen
e incluso cuando están solas sin nada que hacer, son menos dependientes
de las gratificaciones externas que mantiene a los demás
en movimiento en una vida compuesta de rutinas aburridas y
sin sentido. Las personas autotélicas son más autónomas e independientes
porque no pueden ser fácilmente manipuladas con
amenazas o recompensas externas. Al mismo tiempo están implicadas
en todo lo que les rodea.

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Las personas creativas también son normalmente autotélicas
y a menudo logran dar saltos adelante porque tienen una energía
psíquica extra para invertirla en asuntos aparentemente triviales.
La neuropsicóloga Brenda Milner describe la actitud que tiene
hacia el trabajo, y que es compartida por otros científicos o artistas
en sus campos: «Yo diría que soy imparcial sobre lo que es
importante o interesante, que cada pequeño descubrimiento nuevo,
aunque sea minúsculo, es excitante en el momento en que se
descubre». La historiadora Natalie Davis explica cómo decide
cuáles son los problemas en los que quiere trabajar: «Bueno, simplemente
empiezo a tener realmente curiosidad por algún problema.
Me engancha sencillamente en algún nivel profundo... En
ese momento parece increíblemente interesante..., no sabría decir
cuál es mi interés personal en el asunto, aparte de mi curiosidad
y mi placer».
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El interés de una persona autotélica
no es enteramente pasivo y contemplativo. También implica
un intento por entender los problemas o, en el caso del inventor,
por resolverlos. Lo importante es que el interés sea desinteresado;
en otras palabras, que no esté enteramente al servicio de los
propios intereses. Sólo si la atención está hasta cierto punto libre
de las metas y ambiciones personales tenemos ocasión de comprender
la realidad en sus propios términos.
Algunas personas parecen haber tenido disponible este extra
de atención desde los primeros años de su vida, y haberlo utilizado
para maravillarse de todo lo que estaba a su alcance. El inventor
Jacob Rabinow vio su primer automóvil teniendo siete
años, cuando vivía en una capital de provincia china. Recuerda
haber reptado inmediatamente bajo el coche para ver cómo giraban
las ruedas y haber ido a continuación a su casa para hacer una
talla de madera del diferencial y el mecanismo de transmisión.

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La mayoría hemos aprendido a ahorrar nuestra atención para afrontar las demandas inmediatas
de la vida y tenemos muy poca disponible para interesarnos
por la naturaleza del universo, nuestro lugar en el cosmos o
cualquier otra cosa que no pueda registrarse como una ganancia
al margen de la contabilidad de los objetivos inmediatos. Pero sin
este interés desinteresado, la vida no es interesante. No hay espacio
para la maravilla, la novedad y la sorpresa; no queda ningún
lugar para trascender los límites impuestos por nuestros miedos y
nuestros prejuicios. Si no se ha desarrollado la curiosidad y el interés
durante los primeros años de la vida, es una buena idea adquirirlos
ahora, antes de que sea demasiado tarde para aumentar
la calidad de vida.
Hacerlo es muy fácil en principio, aunque más difícil en la
práctica. Pero seguro que vale la pena intentarlo. El primer paso
consiste en desarrollar el hábito de hacer lo que haya que hacer
con una atención concentrada, con habilidad en vez de inercia.
Cuanto más rutinaria sea una tarea, como puede ser lavar platos,
vestirse o cortar el césped, más gratificante será, si la abordamos
con el cuidado que pondríamos en crear una obra de arte. El próximo
paso consiste en transferir todos los días algo de energía
psíquica de las tareas que no nos gusta hacer, o del ocio pasivo, a
algo que nunca hemos hecho antes, o a algo que disfrutamos haciendo,
pero que no hacemos a menudo porque nos parece demasiado
problemático. Existen literalmente millones de cosas potencialmente
interesantes en el mundo para ver, hacer y aprender.
Pero no se vuelven interesantes hasta que les dedicamos atención.
Muchas personas aducirán que este consejo no les es útil, porque
tienen tantas cosas que hacer en su tiempo disponible que no
pueden permitirse el lujo de hacer nada nuevo o interesante. El
estrés producido por la falta de tiempo se ha convertido hoy día
en una de las quejas más generalizadas. Pero lo más frecuente es
que sea una excusa para no tomar el control de nuestra vida.
¿Cuántas de las cosas que hacemos son realmente necesarias?
¿Cuántas de estas exigencias podrían reducirse si pusiéramos.

algo de energía en establecer prioridades, organizar y racional:
zar las rutinas que ahora dispersan nuestra atención? Es verdad
que si dejamos que el tiempo se nos escurra entre los dedos, muy
pronto no nos quedará nada. Hay que aprender a administrarlo
cuidadosamente no tanto para lograr riqueza y seguridad en un
futuro lejano como para disfrutar de la vida aquí y ahora.
Tiempo es lo que hay que encontrar a fin de desarrollar el in
teres y la curiosidad para disfrutar de la vida por sí misma. El
otro recurso igualmente importante es la capacidad de controlar
la energía psíquica.3 En lugar de esperar un estímulo externo que
atrape nuestra atención, debemos aprender a centrarla más o menos
a voluntad. Esta capacidad está relacionada con el interés por
una retroalimentación de ida y vuelta, de refuerzo y de causalidad
 recíproca. Si está usted interesado por algo, se centrará en
ello, y si centra la atención en algo, es probable que se interese por ello.
Muchas de las cosas que encontramos interesantes no lo son
por naturaleza, sino porque nos tomamos la molestia de prestarles
atención. Los insectos y los minerales no son muy atractivos
hasta que uno empieza a coleccionarlos. Tampoco lo son la mayoría
de las personas hasta que sabemos algo de su vida y de lo
que piensan. Correr maratones o escalar montañas, el bridge o las
obras de Racine es más bien aburrido salvo para quienes han invertido
suficiente atención como para percatarse de su intrincada
complejidad. Cuando uno se centra en cualquier segmento de la
realidad, se revela una gama potencial e infinita de oportunidades
de acción -física, mental o emocional- en las que podemos emplear
nuestras capacidades. Nunca hay una buena excusa para estar
aburrido.
Controlar la atención significa controlar cómo vivimos las situaciones
y, por tanto, la calidad de vida. La información alcanza
la conciencia sólo cuando le prestamos atención. La atención actúa
como un filtro entre los acontecimientos externos y la vivencia
que tenemos de ellos. El grado de estrés que experimentamos
depende más de lo bien que controlemos la atención que de lo
que realmente nos suceda. El efecto del dolor físico, de una pérdida
monetaria o de un desaire social depende de la atención que
le prestemos, de qué espacio le dejemos en la conciencia. Cuanto
más energía psíquica invertimos en un acontecimiento doloroso,
más real se vuelve y más entropía introduce en la conciencia.
Tampoco es una solución negar, reprimir o quitar importancia a
dichos acontecimientos, porque la información continuará cociéndose
lentamente en los repliegues de la mente y consumiendo
energía psíquica para impedir que salga al exterior. Es mejor
mirar directamente a los ojos del sufrimiento, reconocer y respetar
su presencia y después ocuparse lo más rápidamente posible
de cosas en las que nosotros decidimos centrarnos.
En un estudio de personas que quedaron gravemente disminuidas
por enfermedades o accidentes -ciegas o parapléjicas-el
profesor Fausto Massimini y su equipo descubrieron que algunas
se habían adaptado extraordinariamente bien a su tragedia y afirmaban
que su vida había mejorado como resultado de su discapacidad.
Lo que distinguía a esas personas es que habían decidido
 controlar su limitación por medio de una nueva forma de dis

ciplinar su energía psíquica. Habían aprendido a originar estados
de fluidez a partir de las habilidades más simples, como vestirse,
pasear alrededor de la casa y conducir un coche. Quienes sobresalían
fueron más allá de volver a aprender de nuevo los actos bá
sicos de la vida. Una persona se convirtió en instructor de nata
ción, otras se hicieron contables, viajaron para participar en
torneos internacionales de ajedrez o de natación o se convirtieron
en campeones de tiro al arco disparando desde su silla de ruedas.
La misma capacidad de transformar una situación trágica en
una situación al menos tolerable han mostrado algunas víctimas
del terrorismo que han sobrevivido a un encierro en aislamiento
total, o tras haber sido prisioneros en campos de concentración.
En tales condiciones, el entorno externo "real" es tan desolado y
deshumanizante que induce a la desesperación a la mayoría de la
gente. Los que sobreviven son capaces de ignorar selectivamente
las condiciones externas y de volver a dirigir su atención a una
vida interna que es real sólo para ellos. Es más fácil hacerlo si se
sabe poesía matemáticas o se conoce algún otro sistema de símbolos
que le permita a uno concentrarse y hacer un trabajo mental
cuando se carece de cualquier apoyo material visible.
Estos ejemplos sugieren que hay que aprender a controlar la
atención. En principio sirve cualquier habilidad o disciplina que
uno pueda dominar a propia voluntad: la meditación y la oración
si se tiene inclinación por ellas; el ejercicio, el aerobic, las artes
marciales para los que prefieren concentrarse en habilidades físicas.
Cualquier especialización o pericia que uno encuentre placentera
y en que se pueda aumentar con el tiempo el conocimiento
de sí. Sin embargo, lo importante es la actitud que se
tenga hacia esas disciplinas. Si se reza para ser santo o se hacen
ejercicios para desarrollar unos poderosos músculos pectorales, o
se aprende para ser muy culto, entonces se pierde gran parte del
beneficio. Lo importante es disfrutar de la actividad por sí misma
y saber que lo que importa no es el resultado, sino el control que
se adquiere sobre la propia atención.
Normalmente la atención es dirigida por instrucciones genéticas,
convenciones sociales y hábitos aprendidos en la niñez. Por
ello, no somos nosotros quienes decidimos de qué darnos cuenta
0 qué información entra en nuestra conciencia. Como consecuencia,
nuestra vida no es nuestra en ningún sentido significativo;
la mayor parte de las cosas que experimentamos habrán sido
programadas para nosotros. Aprendemos qué se supone que merece
la pena ver y qué no; qué recordar y qué olvidar; qué sentir
cuando vemos un murciélago, una bandera o a una persona que
reza a Dios según un rito diferente; aprendemos aquello por lo
que se supone que merece la pena vivir y morir. A lo largo de los
años, nuestra experiencia seguirá el guión escrito por la biología
y la cultura. La única forma de recuperar el dominio de la propia
vida es aprender a dirigir la energía psíquica de acuerdo con
nuestras propias intenciones.








5 comentarios:

Realmente disfruté de principio a fin la lectura de este extracto del libro "Aprender a Fluir" de Mihaly Csikzentmihalyi, tomando en cuenta que "todo empezó" cuando escribí en el buscador de Google "personalidad autotélica". Un saludo cordial para el escritor del Blog.

Gracias Juan Alonso por la visita , un saludo con afecto.

Cómo he disfrutado leyendo este extracto del libro. Me ha encantado y lo hice buscando la explicación a "personalidad autotélica". Un saludo cordial para el escritor del blog.

Estaba estudiando un tema relacionado con la emoción de alegria, que no es lo mismo alegria que felicidad, cuando me encuentro con esta palabra autotélica. Aunque lei con interés varias veces mi libro de texto no entendia muy bien lo que era esa peculiar palabra.. buscando encontré este texto, vaya! ...que facil es entender algo cuando el que lo dice es un buen comunicador. Gracias amiga.

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