Creo que empecé demasiado pronto a reflexionar sobre la vida en vez de vivirla, y comencé demasiado tarde a tener plena conciencia de que la vida en sí misma es una acción, por lo tanto no había más que reflexionar…...

El año del conejo

18 de noviembre de 2014

ABC de la meditación


De Jetsunma Tenzin Palmo:

Al comienzo la atención en un punto
Al comienzo la atención en un punto
En primer lugar, tenemos que volvernos más conscientes. Normalmente, solamente dedicamos la mitad de nuestra atención a las cosas que hacemos. A menudo creemos que estamos haciendo las cosas  con toda nuestra atención cuando, en realidad, probablemente estamos pensando en cien cosas distintas a la vez. Normalmente no nos damos cuenta de esto. Somos un poco como una persona que piensa estar paseando su perro, pero que acaba siguiendo a su perro a cualquier sitio adonde éste le lleve. Está tan ocupado con intentar seguir el paso del perro que no se da cuenta si el perro avanza o no en línea recta. Una de las primeras cosas que tenemos que comprender es que nuestras mentes están totalmente descontroladas.
El Buda comparó la mente ordinaria a un elefante salvaje en celo. No uno de esos simpáticos elefantes que vemos en un zoológico o en un circo, sino un elefante salvaje. A veces ¡hasta la comparó a un elefante salvaje borracho! Hoy en día escuchamos noticias de hombres de estado, hasta de los más importantes, que se comportan de una manera completamente descontrolada y ocasionando problemas enormes para una nación entera, sin mencionar el daño que causan a sus familias y a ellos mismos. Da miedo pensar que, a pesar de todo lo que está en juego, muchas personas que ocupan un cargo público son incapaces de controlar sus mentes. Todos tenemos este problema en mayor o menor medida. ¿Cuántas veces no hacemos cosas de manera impulsiva sin pensar en las consecuencias? Nos apetece hacerlas, y nos lanzamos sin más. Tampoco sabemos frenarnos. Nuestras mentes están oscurecidas por la ira, el deseo, los celos y la confusión. Somos incapaces de ver sus implicaciones más generales y, consecuentemente, a menudo no nos sentimos en absoluto responsables de nuestras acciones.
Poco a poco el reconocimiento
Poco a poco el reconocimiento
¿Cómo podemos asumir la responsabilidad de nuestras acciones? Una buena manera de empezar es aprendiendo a entender nuestros estado mentales. Una de las maneras más fáciles de entrenarse en esto es de elegir alguna sencilla acción diaria como peinarnos, cepillarnos los dientes, afeitarnos, tomar nuestro café matinal, y enfocar  nuestra atención totalmente en lo que estamos haciendo. Simplemente estar con la acción. Saber que la estamos realizando y nada más. Entonces veremos cuanto tiempo puede la mente permanecer en un estado de consciencia sin palabras antes de provocar una avalancha de comentarios, justificaciones e interpretaciones. ─¡Cielo santo! Vaya tontería.¿Qué hago aquí limpiándome los dientes y encima pensando en ello─  o bien ─Qué bien. De ahora en adelante, mi vida va a ser estupenda, ¡es fácil concentrarme en cómo me limpio los dientes!─.
Cuando embestimos con toda nuestra cháchara mental, hemos dejado de estar conscientes, solamente estamos pensando  que tenemos que estar conscientes. La atención consciente no consiste en pensar en ella, consiste en estar presentes y conocer realmente el instante actual sin ningún tipo de comentario mental. Si este comentario empieza a producirse, simplemente lo ignoramos y volvemos a estar presentes en el momento actual. Reflexionad sobre esto. En nuestras vidas suceden tantas cosas que, en realidad, nunca llegamos a experimentarlas. No experimentamos más que ideas, interpretaciones y comparaciones. Nos concentramos en acontecimientos pasados o pensamos en acontecimientos futuros, pero casi nunca experimentamos el momento en que estamos. Es por esta razón que, a menudo, nuestras vidas nos parecen aburridas y carentes de sentido. Lo que hemos de comprender es que esta sensación de que nada tiene sentido no tiene que ver con nuestras vidas, sino con el grado de atención con la que vivimos nuestras vidas.
Cada tanto aparece la opacidad
Cada tanto aparece la opacidad
Hay un maestro Zen vietnamita llamado Thich Nhat Hanh que escribe sobre los beneficios de fregar los platos con el único fin de fregar los platos sin más. Se trata de un punto sumamente importante ya que, normalmente, lavamos los platos para tenerlos limpios. Siempre que hacemos algo, es con la idea de obtener un resultado. Escribimos una carta para producir una carta que luego podamos enviar a su destinatario. Cuando lavamos los platos, no es para lavar los platos, sino para que podamos tener los platos limpiados y poder pasar a la tarea siguiente. Mientras lavamos los platos, pensamos en lo que vamos a hacer a continuación, que vamos a tomarnos un café, en lo que alguien nos dijo esta mañana, en el programa de televisión que vimos anoche, en lo que hace nuestro hijo o en lo que nos dijo nuestro marido antes de irse al trabajo. Lo último que nos interesa son los platos. Entonces cuando nos ponemos a tomar el café, pensamos que después de tomar el café tenemos que ir de compras y en lo que vamos a comprar y cosas por el estilo. Ahora mismo estamos bebiendo el café pero, en realidad, no lo estamos realmente bebiendo porque nuestra mente ya está en otra cosa. Así transcurre toda nuestra vida. Incluso cuando hacemos algo agradable, como disfrutar de una comida deliciosa, estamos pensando en el postre. Nunca disfrutamos de las cosas buenas. Experimentamos el sabor durante unos instantes y de nuevo nos vamos a otra cosa.
Thich Nhat Hanh pregunta ─¿Por qué no lavar los platos solamente por lavar los platos?─ De todas formas ¡el resultado va a ser lo mismo: unos platos limpios! Lo que quiere decir es que cuando fregamos los platos tenemos que estar totalmente inmersos en ello. En ese momento no existe ninguna acción en todo el mudo que sea más importante que fregar los platos porque eso es justamente lo que estamos haciendo. Todo lo demás es mero pensamiento. Lo ocurre en este mismo instante es lo real y, por tanto, lo que más importa. Si lo dejamos pasar, lo perdemos para siempre, porque una vez que haya pasado, nunca podremos recuperar este momento de “aquí y ahora”. Entonces, intentemos fregar los platos limitándonos a saber que estamos fregando unos platos. No es nada trascendental. Somos conscientes de que estamos delante del fregadero. Ahora, una mano coge un plato. Sentimos el agua, sentimos la espuma. Somos conscientes del objeto que estamos lavando. Toda nuestra atención está en lo que está sucediendo  en este momento De esta forma nos centramos en el momento presente. Y este momento es lo único que vamos a tener. Nuestra vida entera consiste en un instante que sigue a otro instante. Si, por distraernos con otro pensamiento, nos perdemos este instante. El instante en cuestión ha desaparecido para siempre. Si centramos nuestra consciencia en lo que estamos haciendo, sea lo que sea, nuestra mente queda limpia. Esto no conlleva ninguna clase de estrés. De hecho, la mente lo percibe como una experiencia relativamente placentera.
...la claridad se acentúa
…la claridad se acentúa
La tradición Zen pone un gran énfasis en estar presente en el momento. Enseña que cualquier acción que se realice con atención consciente, es una actividad profunda, pero que incluso la actividad aparentemente más exaltada carece de sentido si la realizamos de un modo inconsciente. Puede que seamos un abad sentado en su trono para dar enseñanzas, pero si enseñamos sin estar conscientes, nuestra actividad carece de sentido. O bien, podemos encontrarnos fuera del templo, barriendo las hojas, fregando el suelo o partiendo verduras. Si lo hacemos estando conscientes y presentes, incluso la actividad más mundana se convierte en una meditación profunda.
Algunas personas piensan <> Tomad como ejemplo una de esas acciones sencillas que normalmente hacemos de un modo completamente automático mientras pensamos en otras cosas, como beber, peinarnos, cepillarnos los dientes o afeitarnos. En vez de pensar en otras cosas, centrad toda vuestra atención en lo que estáis haciendo. Cuando os peinéis, peinaos simplemente. Sabed qué está ocurriendo. Sabed qué hace vuestro cuerpo. Sabed lo que hace vuestra mente. Estad con todo. ¡No es tan fácil como pueda parecer! Invariablemente. No solamente empezamos a pensar en otras cosas y a comentar las cosas,  sino que también pensamos <<¡Qué fácil es esto! Estoy siendo muy consciente.>> En cuanto pensamos  <>, hemos dejado de ser conscientes. Solo estamos pensando en ser conscientes. La consciencia auténtica es no verbal.
El introducir, lo más a menudo que sea posible, la atención consciente en lo que hacemos nos ayudará a transformar nuestro día a un nivel muy profundo.  Es sencillo. El problema principal es que la mente tiene una inercia tan profunda, un deseo tan profundo de permanecer dormida, que nos olvidamos de estar atentos. De hecho, el significado preciso del término atención consciente, tanto en sánscrito como en tibetano, es “recordar”. Es parecido al concepto cristiano de recordar o al concepto de Gurdjieff del recuerdo de si-mismo. Se trata de recordar donde estamos, quien somos y qué estamos haciendo en este momento.
...la apertura y la espaciosidad se estabilizan.
…la apertura y la espaciosidad se estabilizan.
Estamos tan acostumbrados a estar dormidos, que nos cuesta muchísimo realizar el esfuerzo necesario para despertarnos. Si no fuera por eso, no habría ningún problema. No es preciso dedicar ningún tiempo  a ello, tampoco requiere ningún talento especial. No hace falta que seamos unos grandes genios o yoguis, ni que nos entrenemos en prácticas muy avanzadas durante años y años. En cuanto os diga que estéis simplemente presentes, que observéis vuestro cuerpo tal como está en este momento, ¡sois perfectamente capaces de hacerlo! La mente da un paso atrás y, de repente, sois conscientes de lo que hace vuestro cuerpo. ¿No es así? Es muy fácil. El gran reto consiste en acordarse. Por ejemplo, si estáis aprendiendo a tocar un instrumento musical, no empezáis por tocar sonatas de Beethoven. Al principio, hacéis unos ejercicios muy sencillos, como escalas, pero seguís practicando hasta que la técnica tome control del asunto. Si seguís adelante, llegáis a un punto en el cual dejáis del todo de estar conscientes de la técnica. La música fluye simplemente al instrumento a través de vuestros dedos.
Educar mente y corazónLo mismo ocurre con la mente. Nuestras mentes están llenas de malos hábitos. Por tanto, tenemos que reprogramarlos desarrollando hábitos buenos. Al principio es muy difícil y os encontráis con mucha resistencia. Pero, si somos pacientes y perseveramos, la atención consciente se hará cada vez más fuerte. Gradualmente, la mente empieza a comprender qué significa el estar consciente. Entonces, estos momentos de consciencia empiezan a alargarse. Entonces, un día, cuando tan siquiera estamos pensando en ella, en medio de una confusión total, de repente nos damos cuenta de que estamos completamente presentes. Vemos todo claramente y sin embargo en nuestro interior, nuestra mente está silenciosa. Entonces de repente nos viene de nuevo encima una avalancha de comentarios y juicios de valor, y se nos ha ido. Sin embargo, con el paso del tiempo, , hay más y más de estos momentos de claridad y silencio interior, en los que vemos las cosas realmente y todo se vuelve nítido. Se trata realmente de un proceso de despertar. Normalmente, como estamos dormidos, tenemos muchos sueños. Algunos son agradables otros son pesadillas. Todo esto es muy fascinante y muy entretenido. Pero cuando despertamos, nos damos cuenta de que se trataba de un nivel de consciencia inferior, por mucho que lo hayamos encontrado fascinante y que hayamos creído en él. Ahora sabemos que estamos despiertos y que la otra consciencia no fue más que un sueño. Nadie más puede despertarnos. Tenemos que hacerlo nosotros mismos. Ahora, si preferimos estar dormidos, que así sea.

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