Creo que empecé demasiado pronto a reflexionar sobre la vida en vez de vivirla, y comencé demasiado tarde a tener plena conciencia de que la vida en sí misma es una acción, por lo tanto no había más que reflexionar…...

El año del conejo

1 de noviembre de 2013

El gran engaño del colesterol, por el Dr Dwight Lundell



El gran engaño del colesterol, por el Dr Dwight Lundell

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Nosotros, los médicos, con toda  nuestra formación, los conocimientos y la autoridad que uno va adquiriendo, tendemos a aumentar nuestro ego y difícilmente admitimos que nos hemos equivocado. Y sin embargo, tengo que confesar que me he equivocado. Como cirujano del corazón, con 25  años de experiencia, con más de 5000 cirugías realizadas de corazón abierto, hoy ha llegado el momento de reparar el daño mediante los  hechos médicos y científicos. He estado formando durante muchos años a otros médicos, de esos a los que luego se etiqueta como ”formadores de opinión”. 
Asediados por la literatura científica, asistiendo de forma continua a seminarios, los creadores de opinión han insistido en que las enfermedades coronarias son el resultado del simple hecho de tener unos niveles de colesterol muy elevados en sangre. La única terapia aceptada ha sido la de prescribir medicamentos para bajar el colesterol y una dieta muy restringida en grasas. Un menor consumo de grasas traería consigo una disminución en la cantidad de colesterol y se reducirían las enfermedades  coronarias.
Cualquier desviación de estas recomendaciones se  consideraba una herejía y daba lugar a la realización de malas prácticas médicas. ¡Pero no está funcionado! Estas recomendaciones no son ni científicamente ni moralmente defendibles. El descubrimiento hace unos años de que es la inflamación en la pared arterial la causa real de la enfermedad cardíaca, es lo que poco a poco está dando lugar a un cambio de paradigma en la forma en que son tratadas las enfermedades cardíacas y otras dolencias crónicas. Las recomendaciones dietéticas establecidas desde hace mucho tiempo han provocado epidemias de obesidad y de diabetes, consecuencias que empequeñecen cualquier otra plaga histórica en términos de mortalidad, sufrimiento humano y de graves consecuencias económicas.
A pesar de que el 25% de la población toma costosos  medicamentos a base de estatinas, y a pesar del hecho de que hemos reducido la cantidad de grasa presente en nuestra dieta, cada vez mueren más personas por enfermedades que afectan al corazón. Las estadísticas de la American Heart Association indican que 75 millones de estadounidenses sufren enfermedades cardíacas, que 20 millones padecen diabetes y 57 millones  pre-diabetes. Estos trastornos afectan cada vez a personas más  jóvenes, en mayor número cada año. En pocas palabras, sin la inflamación corporal no es posible que se acumule el colesterol en las paredes de los vasos sanguíneos y se causen de este modo enfermedades cardíacas y apoplejías. Sin inflamación, el colesterol se mueve libremente por todo el cuerpo; es la inflamación lo que hace que el colesterol quede atrapado. La inflamación no es un proceso complejo, se trata simplemente de una reacción natural del cuerpo ante invasores extraños, tales como bacterias, toxinas o virus. El ciclo inflamatorio es una forma de proteger al cuerpo ante invasores bacterianos y virales. Sin embargo, si se expone de forma crónica a nuestro organismo a toxinas o alimentos que el cuerpo  humano no está preparado para procesar, se produce entonces una inflamación crónica. La inflamación crónica es tan dañina como beneficiosa una inflamación aguda.
¿Qué persona sensata se expondría de forma intencionada en repetidas ocasiones a alimentos u otras sustancias que sabe le causan daño corporal? Bueno, quizás los fumadores, pero al menos se trata de una decisión voluntaria. El resto nos limitamos a seguir la dieta recomendada, baja en grasas y alta en grasas poliinsaturadas y carbohidratos, sin saber que estamos causando repetidas agresiones a nuestros vasos sanguíneos. Esta agresión repetida produce una inflamación crónica que conduce a la enfermedad cardíaca, a los accidentes cerebro vasculares, a la diabetes y la  obesidad.
Permítanme que se lo repita: la lesión e inflamación de nuestros vasos sanguíneos está causada  por una dieta baja en grasas, algo recomendado durante años por la medicina convencional. ¿Cuáles son los mayores culpables de la inflamación crónica? En pocas palabras, la sobrecarga de hidratos de  carbono simples y alimentos muy procesados (azúcar, harina y todos  los productos derivados) y un exceso de consumo de aceites vegetales  con omega-6, tales como aceites de soja, maíz y girasol, que se encuentran presentes en muchos alimentos procesados.
Visualice lo siguiente: un cepillo duro que repetidamente se frota sobre la piel hasta que ésta enrojece y sangra, esto durante varias veces al día, así diariamente durante 5 años. Si se tolerase este cepillado, se produciría  sangrado, hinchazón de la zona afectada, que cada vez sería peor a medida que repite la agresión. Esta es una buena forma de visualizar el proceso inflamatorio, y es lo que podría estar pasando en su cuerpo ahora mismo. Independiente de dónde se produzca el  proceso inflamatorio, bien interna o externamente, es lo mismo. He  observado el interior de miles y miles de arterias. Una arteria  enferma se ve como si alguien hubiese cogido un cepillo y lo hubiese frotado varias veces contra las paredes. Varias veces al día, todos los días, los alimentos que comemos producen pequeñas lesiones, sobre las que se producen otras, de modo que es la causa de que nuestro cuerpo responda de forma continua con inflamación.
A  pesar de que resulta tentador saborear los dulces, nuestros cuerpos responden de forma alarmante, como si un invasor extraño nos  declarase la guerra. Los alimentos están cargados de azúcar, carbohidratos simples, o procesados con omega-6, uno de los pilares  de la dieta norteamericana durante varias décadas. Estos alimentos nos envenenan lentamente a todos. ¿Cómo un simple dulce produce una cascada de inflamaciones que hace que el cuerpo enferme? Imagínese que rocía el teclado con miel; esto es una  representación visual de lo que ocurre dentro de la célula. Cuando  consumimos hidratos de carbono simples, tales como el azúcar, los  niveles de azúcar en la sangre se elevan rápidamente. Como respuesta, el páncreas segrega insulina, cuya misión principal es  que el azúcar llegue a todas las células donde se almacena la energía. Pero si la célula está llena, si no necesita más glucosa,  se rechaza el exceso para evitar una disfunción de los procesos que  se llevan a cabo en su interior. Cuando las células rechazan el  exceso de glucosa, se elevan los niveles de azúcar en sangre, aumentando la producción de insulina, y se almacena en forma de  grasa.
¿Qué tiene que ver todo esto con la inflamación? La cantidad  de azúcar en sangre se controla entre unos valores máximos y mínimos  muy estrechos. Las moléculas de azúcar se unen a una amplia variedad de proteínas, que lesionan las paredes de los vasos sanguíneos. Esta lesión repetida de las paredes de los vasos sanguíneos desencadena la inflamación. Cuando sube el nivel de azúcar en sangre varias veces al día, todos los días, es como frotar con papel de lija el  delicado interior de los vasos sanguíneos. Si bien no puede  observarlo, puede estar seguro de que ocurre así.
Lo he visto en más  de 5000 pacientes sometidos a cirugía durante los 25 años que llevo  ejerciendo. Todos ellos tenían un denominador común: la inflamación de las arterias. Volvamos al asunto de los dulces. Bajo su inocente aspecto, no sólo contienen azúcar, sino que también estás elaborados  con ácidos grasos omega-6, tales como los provenientes de la soja. Las patatas fritas se fríen con aceite de soja, muchos alimentos  procesados se fabrican con ácidos grasos omega-6, para que así  tengan más larga duración. Mientras que las grasas omega-6 son  esenciales al formar parte de la membrana celular, y así controlar  lo que entra y sale de la célula, deben estar en un equilibrio adecuado con los omega-3.Si este equilibrio se rompe por el consumo excesivo de ácidos grasos omega-6, la membrana de la célula produce  unas sustancias químicas denominadas citoquinas, que causan directamente inflamación.
Hoy en día, la dieta suele producir  un desequilibrio muy grande entre estos dos tipos de ácidos grasos. La relación de desequilibrio puede estar en torno de 15:1, o incluso de 30:1 en favor de los ácidos grasos omega-6. Esto produce una enorme cantidad de citoquinas que causan la inflamación. Lo ideal sería una proporción de 3:1 para que fuese saludable. Para empeorar aún más las cosas, el sobrepeso produce una sobrecarga de  células grasas que vierten grandes cantidades de productos químicos pro-inflamatorios, lo que se suma a las lesiones causadas por los  altos niveles de azúcar en sangre. El proceso que comenzó  consumiendo productos dulces se convierte en un círculo vicioso que  con el tiempo genera una enfermedad cardíaca, elevada presión  arterial, diabetes, y por último, Alzheimer, si el proceso inflamatorio no disminuye.
No se puede olvidar el hecho de que cuanto más se consumen alimentos procesados, más se dispara la inflamación, un poco cada día. El cuerpo humano no puede procesar, ni fue diseñado para consumir, los alimentos envasados con azúcar y preparados con ácidos grasos omega-6. No hay otra solución para disminuir la inflamación que consumir los alimentos lo más cercano posible a su estado natural. Para reconstruir un músculo, se deben  consumir más proteínas. Para energía elija carbohidratos complejos, tales como los presentes en frutas, verduras y granos integrales. Reduzca o elimine el consumo de los ácidos grasos omega-6, tales como el aceite de maíz y soja, y los alimentos procesados que se han elaborado con estos aceites. Una cucharada de aceite de maíz contiene  7,280 mg de ácidos grasos omega-6; la soja 6,949 mg. En su lugar, utilice  aceite de oliva o mantequilla, procedente de animales alimentados con pasto. Las grasas animales contienen menos del 20% de omega-6 y son mucho menos propensas a producir inflamación que los aceites poliinsaturados, de los que se dicen que son  supuestamente saludables. No es cierto que las grasas saturadas  produzcan enfermedades cardíacas.
Tampoco aumentan en exceso los  niveles de colesterol en la sangre. Ahora sabemos que el colesterol no es la causa de la enfermedad cardíaca, así que la preocupación por las grasas saturadas resulta absurda hoy en día. La teoría del  colesterol llevó a recomendar alimentos sin grasa, con pocas  calorías, lo que trajo consigo el consumo de otros alimentos que han  causado esta epidemia de inflamaciones.
La medicina convencional cometió un tremendo error cuando aconsejó a la gente que evitara las  grasas saturadas en favor de los alimentos ricos en ácidos grasos omega-6. Ahora tenemos una epidemia de inflamación de las arterias, que conduce a enfermedad cardíaca y otras muertes  silenciosas. Lo que usted puede hacer es consumir alimentos integrales, de los que su abuela sabía, y no esta moda de consumir tantos alimentos procesados. Eliminando los alimentos que  producen inflamación y añadiendo los nutrientes esenciales presentes  en los alimentos frescos no elaborados, se revertirían los daños en  las arterias y en todo su cuerpo.

 El gran engaño del colesterol, por el Dr Dwight Lundell 



5 maneras sorprendentes para controlar el colesterol

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Para las personas que luchan contra el colesterol alto, la elección de las comidas puede ser un desafío, aunque su elección adecuada es esencial… restaurantes, fiestas, incluso una pequeña reunión en la oficina puede presentar tentaciones poco saludables. Sin embargo, simples modificaciones dietéticas pueden ayudarle a eliminar esas opciones no saludables:

Reduzca el azúcar y la harina. Investigaciones recientes indican que la adición de edulcorantes y carbohidratos a base de harina (blanca) los cuales son demasiado abundantes en la dieta, son los principales contribuyentes a la obesidad y las enfermedades del corazón.


Evite las grasas trans. Manténgase alejado de los productos que liste “aceite parcialmente hidrogenado” en las etiquetas, especialmente las meriendas tales como chucherías o palomitas de maíz de microondas.

Use ajo fresco con regularidad en sus comidas. El ajo se ha demostrado que ayuda a bajar los niveles de colesterol.

Beba té verde todos los días. Los antioxidantes en el té verde ayudan a reducir el colesterol y previene que el colesterol en la sangre se oxide.

Comer mucha fibra soluble. Tiene un potente efecto reductor del colesterol. Las mejores fuentes son los frijoles y las lentejas, manzanas, cítricos, la avena, la cebada, los guisantes, las zanahorias y la linaza molida.


Fuente: Andrew Weil–
BioConsciente
Adriana Zangarini
Coach de Salud Holística

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