Lo cierto es que hoy en día, sobre todo en círculos un poco enfocados en la New Age (nueva era), se usan esos términos a menudo, especialmente el de interiorizarse, así como su gran valor al hacerlo. Pero ¿tienes claro lo que es y no es eso?
Cerrar los ojos puede ser un primer paso para desconectar del mundo exterior, lo que se conoce como el mundo de las 3 dimensiones, es decir toda cosa física y material, pero eso no es en sí interiorizarse.
Interiorizarse es un proceso de ir reduciendo los ruidos, tanto los externos como los internos, hasta ir percibiendo básicamente con los sentidos interiores. Para este proceso, sobre todo para reducir los ruidos del cuerpo, algunos usan alguna actividad física de conciencia corporal, a veces combinada con respiración consciente. Y, aunque se haga algo físico, donde también se controla un poco la respiración, esto no elimina el paso de dedicar un tiempo sólo a la respiración consciente.
La respiración consciente es la actividad más adecuada para ir bajando el nivel de ruido interno. Lo que yo recomiendo es hacer unas 100 respiraciones conscientes, contadas a través de un movimiento de dedos, en lugar de usar la mente calculadora. Este proceso suele durar unos 12 ó 13 minutos. Otra manera es hacerlo teniendo algo que marque el tiempo y respirar durante 15 minutos para asegurarse que se llega a las 100 respiraciones, que es de lo que se trata; el tiempo dedicado es secundario.
A continuación, uno sigue respirando conscientemente pero sin contar, enfocándose en la observación interna, la respiración, los sentimientos, y esos momentos de estar en blanco, que son quizás los más valiosos. Es cierto que también vienen pensamientos pero uno no está ahí para ese tipo de contemplación. Estás para enfocarte en la respiración e ir tomando un control disciplinado y relajado de tu atención. En esta etapa, te quedas unos 20 minutos o más, en la medida que te vayas dando cuenta de lo beneficioso que es para el resto de tu vida.
A esto se le suele llamar meditación, aunque en sí, no lo es. Meditación no es algo que uno pueda hacer directamente como sucede con la respiración consciente. La meditación es algo que ocurre. Es una consecuencia. En eso se parece un poco al quedarse dormido por la noche. El hecho de acostarse, no siempre produce el dormir, sino pregúntaselo a cualquiera que sufra de insomnio.
Tampoco lo que se llaman meditaciones guiadas suelen ser meditaciones. Estas, aunque sirven y son beneficiosas, son más bien visualizaciones creativas. Otra cosa a tener en cuenta es que uno no medita acostado. Meditar se relaciona más con el despertar que con el dormir y uno tiene muchos años de hábito relacionando el acostarse con dormir y soñar.
Una manera de resumir un poco estos dos procesos, es ver la respiración consciente como un proceso de bajar el ruido y, por lo tanto, ir subiendo la frecuencia de la vibración personal. La meditación es entrar más y más en el silencio, mantener el control de tu atención, y dejarte relajar hasta que la meditación real ocurre. Este proceso sirve para lograr un tipo de estabilidad y aceptación del nivel de vibración conseguido, el mundo donde vivimos en ese momento. El que medita y el que no medita, realmente no comparten el mismo mundo, aunque aparentemente lo parezca.
El ser humano, como el resto del universo físico del cual somos parte, está compuesto de un 99% de energía creativa, consciente y vibratoria, o sea invisible, y sólo de un 1% de materia, lo visible. Imagínate una playa enorme, casi sin límites, donde sólo se puedan ver unos 4 granos de arena. A nosotros nos han enseñado que eso que se ve es real y lo único que es real. Con este tipo de percepción, lo que no puede ser visto por todos, no existe. Hoy en día esta rigidez se ha ablandado un poco pero sigue teniendo raíces profundas.
El planeta Tierra, como sabemos, es un 80% de agua y sólo un 20% de materia de otro tipo. Es casi para ponerse a pensar por qué le llaman Tierra y no Agua. El cuerpo humano también responde a estas proporciones de 80/20.
Bueno, si somos sólo un 1 % de materia visible y el cuerpo es más líquido que sólido, es natural preguntarse entonces: ¿Para qué está o existe la materia, especialmente la sólida? Y también: ¿cómo es que le damos tanta importancia?
La materia física aporta una confianza profunda al hecho de que existimos, algo en lo que en algún momento, dudamos todos. La famosa pregunta ¿quién soy yo? emerge desde ese enigma, ya que intuimos claramente lo cambiante que somos.
Es importante saber que hemos venido todos aquí para Escuchar, Sentir y Dar. La materia facilita el dar, el compartir con, y servir a los demás. Somos como el resto del universo, seres creativos. Somos como máquinas de crear realidades, mundos. Quizás, una de las pocas etiquetas que nos corresponden a todos sea la de Artistas, somos creadores. El proceso creativo no está completo hasta que la obra se haya compartido de alguna manera, aunque no siempre sea por venta. Nosotros estamos en un proceso constante de cambio, de movimiento. Cada movimiento es un dar. La palabra “Andar” incluye el “dar”.
Con estos breves comentarios puedes empezar a comprender el porqué en la medicina del alma decimos que realmente sólo existen dos condiciones que se pudieran relacionar con la enfermedad: la sordera espiritual y la tacañería espiritual (escuchar y dar).
Cerrar los ojos puede ser un primer paso para desconectar del mundo exterior, lo que se conoce como el mundo de las 3 dimensiones, es decir toda cosa física y material, pero eso no es en sí interiorizarse.
Interiorizarse es un proceso de ir reduciendo los ruidos, tanto los externos como los internos, hasta ir percibiendo básicamente con los sentidos interiores. Para este proceso, sobre todo para reducir los ruidos del cuerpo, algunos usan alguna actividad física de conciencia corporal, a veces combinada con respiración consciente. Y, aunque se haga algo físico, donde también se controla un poco la respiración, esto no elimina el paso de dedicar un tiempo sólo a la respiración consciente.
La respiración consciente es la actividad más adecuada para ir bajando el nivel de ruido interno. Lo que yo recomiendo es hacer unas 100 respiraciones conscientes, contadas a través de un movimiento de dedos, en lugar de usar la mente calculadora. Este proceso suele durar unos 12 ó 13 minutos. Otra manera es hacerlo teniendo algo que marque el tiempo y respirar durante 15 minutos para asegurarse que se llega a las 100 respiraciones, que es de lo que se trata; el tiempo dedicado es secundario.
A continuación, uno sigue respirando conscientemente pero sin contar, enfocándose en la observación interna, la respiración, los sentimientos, y esos momentos de estar en blanco, que son quizás los más valiosos. Es cierto que también vienen pensamientos pero uno no está ahí para ese tipo de contemplación. Estás para enfocarte en la respiración e ir tomando un control disciplinado y relajado de tu atención. En esta etapa, te quedas unos 20 minutos o más, en la medida que te vayas dando cuenta de lo beneficioso que es para el resto de tu vida.
A esto se le suele llamar meditación, aunque en sí, no lo es. Meditación no es algo que uno pueda hacer directamente como sucede con la respiración consciente. La meditación es algo que ocurre. Es una consecuencia. En eso se parece un poco al quedarse dormido por la noche. El hecho de acostarse, no siempre produce el dormir, sino pregúntaselo a cualquiera que sufra de insomnio.
Tampoco lo que se llaman meditaciones guiadas suelen ser meditaciones. Estas, aunque sirven y son beneficiosas, son más bien visualizaciones creativas. Otra cosa a tener en cuenta es que uno no medita acostado. Meditar se relaciona más con el despertar que con el dormir y uno tiene muchos años de hábito relacionando el acostarse con dormir y soñar.
Una manera de resumir un poco estos dos procesos, es ver la respiración consciente como un proceso de bajar el ruido y, por lo tanto, ir subiendo la frecuencia de la vibración personal. La meditación es entrar más y más en el silencio, mantener el control de tu atención, y dejarte relajar hasta que la meditación real ocurre. Este proceso sirve para lograr un tipo de estabilidad y aceptación del nivel de vibración conseguido, el mundo donde vivimos en ese momento. El que medita y el que no medita, realmente no comparten el mismo mundo, aunque aparentemente lo parezca.
El ser humano, como el resto del universo físico del cual somos parte, está compuesto de un 99% de energía creativa, consciente y vibratoria, o sea invisible, y sólo de un 1% de materia, lo visible. Imagínate una playa enorme, casi sin límites, donde sólo se puedan ver unos 4 granos de arena. A nosotros nos han enseñado que eso que se ve es real y lo único que es real. Con este tipo de percepción, lo que no puede ser visto por todos, no existe. Hoy en día esta rigidez se ha ablandado un poco pero sigue teniendo raíces profundas.
El planeta Tierra, como sabemos, es un 80% de agua y sólo un 20% de materia de otro tipo. Es casi para ponerse a pensar por qué le llaman Tierra y no Agua. El cuerpo humano también responde a estas proporciones de 80/20.
Bueno, si somos sólo un 1 % de materia visible y el cuerpo es más líquido que sólido, es natural preguntarse entonces: ¿Para qué está o existe la materia, especialmente la sólida? Y también: ¿cómo es que le damos tanta importancia?
La materia física aporta una confianza profunda al hecho de que existimos, algo en lo que en algún momento, dudamos todos. La famosa pregunta ¿quién soy yo? emerge desde ese enigma, ya que intuimos claramente lo cambiante que somos.
Es importante saber que hemos venido todos aquí para Escuchar, Sentir y Dar. La materia facilita el dar, el compartir con, y servir a los demás. Somos como el resto del universo, seres creativos. Somos como máquinas de crear realidades, mundos. Quizás, una de las pocas etiquetas que nos corresponden a todos sea la de Artistas, somos creadores. El proceso creativo no está completo hasta que la obra se haya compartido de alguna manera, aunque no siempre sea por venta. Nosotros estamos en un proceso constante de cambio, de movimiento. Cada movimiento es un dar. La palabra “Andar” incluye el “dar”.
Con estos breves comentarios puedes empezar a comprender el porqué en la medicina del alma decimos que realmente sólo existen dos condiciones que se pudieran relacionar con la enfermedad: la sordera espiritual y la tacañería espiritual (escuchar y dar).
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