Corre por internet el bulo de que en agosto Marte tendrá, visto desde la Tierra, el mismo tamaño que la Luna. ¡Dios nos libre!
Lo más curioso es que la misma historia viene circulando por la red desde 2003. El 27 de agosto de 2003, sí, la distancia entre Marte y la Tierra fue la mínima en 60.000 años. Ese año comenzó a propagarse un correo en el que se explicaba que "con un modesto telescopio de 75 aumentos, Marte se verá tan grande como la Luna a simple vista". De alguna manera, la alusión al telescopio y la mención del año han desaparecido del texto, y el bulo resurge año tras año, y cada año lo recibimos como si fuera nuevo.
En realidad, Marte y la Tierra se aproximan cada dos años y dos meses, cuando la Tierra pasa entre el Sol y Marte. Como las órbitas de los dos planetas no son exactamente circulares, la distancia de máxima aproximación varía de una vez para otra, entre 56 y 100 millones de kilómetros. Pero un sencillo cálculo nos dice que para que Marte se viera desde la Tierra del mismo tamaño que la Luna, tendría que acercarse a 750.000 kilómetros, algo menos del doble de la distancia de la Tierra a la Luna, y muchísimo menos que las cifras reales.
¿Qué ocurriría si Marte pasase tan cerca de la Tierra?
En primer lugar, como tanto Marte como la Tierra, hasta nuevo aviso, se mueven alrededor del Sol en órbitas elípticas, estos encuentros no tendrían nada de extraordinario, puesto que, modificando la órbita de Marte para que se acerque tanto a la Tierra, se producirían aproximadamente cada año y medio.
Se puede calcular el efecto que tendría la cercanía de Marte en las mareas. La elevación media del nivel del mar provocada por un astro es directamente proporcional a su masa e inversamente proporcional al cubo de su distancia. Con Marte, cuya masa es casi nueve veces la de la Luna, a tan corta distancia, la influencia combinada del Sol, la Luna y Marte casi duplicaría las mareas actuales. Aunque no parece demasiado, como mínimo habría que tener cuidado de dónde se pone la sombrilla.
Pero, con todo, eso no es nada comparado con el efecto que tendría la atracción gravitatoria de Marte sobre la Luna. A esa distancia, Marte ejercería sobre nuestro satélite una fuerza que podría alcanzar hasta el 14% de la que ejerce la Tierra, y alteraría la órbita de la Luna de una manera difícil de calcular, puesto que el resultado final dependería de las posiciones relativas de los tres astros durante el periodo de aproximación. Lo mismo podría sacar a la Luna de su órbita que desviarla y hacerla estrellarse contra la Tierra. También la atracción gravitatoria de la Tierra alteraría la órbita de Marte con una fuerza que llegaría hasta el 12% de la que ejercería el Sol sobre el planeta rojo en ese momento. Los efectos a largo plazo son también difíciles de calcular, pero lo que es seguro es que con estos encuentros repitiéndose cada año y medio, las órbitas de ambos planetas se verían alteradas. La órbita de la Tierra, que es la que más nos interesa, podría acercarse o alejarse del Sol, con los consiguientes cambios en el clima, o aumentar su excentricidad, lo que provocaría estaciones mucho más marcadas a lo largo del año. También podría ocurrir que la Tierra y Marte quedasen ligados como un planeta doble; ¡menudas noches de Marte lleno íbamos a tener! Pero no hay que olvidar que también podría darse el caso de que ambos planetas chocasen...
Eso por no hablar de que algo debería de ir muy mal en el Sistema Solar para que Marte hubiera salido de esa manera de su órbita en primer lugar. Para modificar la órbita de Marte de manera que se aproximara tanto a la Tierra haría falta tanta energía como un billón de veces el total de los arsenales de bombas nucleares de todo el mundo.
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