“Observar los objetos de la mente significa comprender que ningún fenómeno tiene una existencia independiente, sino que surge debido a las numerosas condiciones que lo han llevado a ser. Como dijo Buda, ´Esto es porque aquello es´”. Thich Nhat Hanh
Reflexión
La forma más común de violencia contra las mujeres es el maltrato ejercido por sus parejas: aquel que ocurre en el espacio doméstico y que, poco a poco, va socavando la integridad de quien la sufre. Puede tratarse de maltrato físico, el más visible, pero también de maltrato sexual o psicológico. En cualquiera de sus variantes, constituye un problema presente en muchos países, aunque –dependiendo de la latitud– con distintas particularidades culturales.
¿Qué hay detrás de este fenómeno, desde una mirada contemplativa? ¿Cómo se sustentan actos dirigidos explícitamente a causar daño?
Mindfulness tiene mucho que enseñarnos al respecto. En tanto práctica de permanecer sostenidamente atentos a un objeto determinado, con apertura y amorosidad, podemos traer a la consciencia el problema de la violencia de género y revisitar, en esa línea, pensamientos, palabras y conductas.
Quizás descubramos que, en la intimidad, estamos ayudando a perpetrar la antigua creencia de que las mujeres les debemos obediencia a los hombres. ¿Cómo estamos educando a nuestras hijas e hijos respecto de la igualdad de derechos? ¿Prestamos verdadera atención a nuestro comportamiento, que es –en buenas cuentas– base del aprendizaje observacional por parte de los hijos? ¿Estaremos reproduciendo pautas transgeneracionales respecto de los roles femenino y masculino? ¿Qué nos dice nuestra comunidad sobre ser hombre o mujer y cómo lo encarnamos?
Para infundir nuestra acción cotidiana con la intención de ser conscientes, podemos detenernos un momento y abrirnos a la propia violencia. Abrirnos con verdad y valentía. Quizás reconozcamos que la mera evocación de cierto evento o persona nos gatilla una emoción poderosa, y que esa emoción tendemos a expresarla –cual más, cual menos– con violencia. También podría pasar que la mente se resista a desvelar sus caminos entre uno y otro punto, pero tarde a temprano la práctica de Mindfulness nos ayuda a descubrirlos.
En calma, podemos desplegar nuestra lucidez inherente para comprender las raíces de la propia violencia, por pequeña que parezca en relación a la de otros. Sólo así podemos entender cuan vinculada suele estar con el sufrimiento. Podemos indagar ahí, tocando sus razones, y entonces es probable que sepamos qué resulta necesario para tratar de atenuarla. Cuando permitimos que eso ocurra en nosotros, en lugar de simplemente negar su existencia, también estamos comprendiendo la violencia de otros y haciendo posible el cambio.
Práctica
Durante esta semana, la invitación consiste en darle un espacio a la observación de las semillas de la propia violencia y así ver, con mirada fresca, el modo en que verdaderamente estamos viviendo nuestra vida. Podemos atender desde esa pequeña irritabilidad que nos causa un conductor tocando la bocina hasta la crispación que sentimos cuando una amiga llega tarde a la cita, oímos un insulto o atestiguamos el golpe de un hombre a una mujer.
Cada quien tiene sus propias semillas. Estemos atentos a cómo se muestran. Contactémonos con ellas y veamos cómo son. Observemos cuándo y cómo surgen. Apreciemos de dónde vienen. Quizás al reconocerlas podamos crear un vínculo con ellas: te conozco, sé cómo te expresas y no te juzgo porque conozco también tu origen. Entonces, sin replicar con violencia a nuestra propia violencia, sino con abierta aceptación, nos daremos cuenta que al lado de un acto violento hay otro que seguramente no lo es, y que entre ambos media un tiempo, un instante, que puede convertirse en un nuevo comienzo. Atendiendo a su raíz, hacemos posible que la misma violencia despliegue la semilla de armonía que guarda consigo.
Nº 108: Abrir el corazón a la violencia
Nº 108: Abrir el corazón a la violencia
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