Creo que empecé demasiado pronto a reflexionar sobre la vida en vez de vivirla, y comencé demasiado tarde a tener plena conciencia de que la vida en sí misma es una acción, por lo tanto no había más que reflexionar…...

El año del conejo

24 de diciembre de 2011

MARIANNE COSTA: “EL AMOR”, PENSAMIENTOS SOBRE LAS PALABRAS MÁS BUSCADAS EN PLANO CREATIVO


Excelente entrevista a Marianne Costa, experta tarotista  y metagenealogista: http://planocreativo.wordpress.com/



Marianne Costa nació en Francia a finales de los años sesenta. Su trayectoria es ecléctica: licenciada en Literatura Comparada, fue cantante de rock, trabaja como actriz y traductora, aprendió serbocroata, se fue a Sarajevo en la posguerra balcánica, donde dirigió talleres de escritura y colaboró con el activo Centre André Malraux. Ha publicado dos libros de poemas, Angels & after (2001) y Pin-up chrysalide (2004), es tarotóloga y forma equipo con Alejandro Jodorowsky, con quien firmó La vía del tarot (2004). Su primera novela, El infierno prometido, respira esa multiplicidad de intereses.

23 de diciembre de 2011

Cura tibetana del ajo





Cura Tibetana del Ajo
Cura tibetana del ajo es la cura más sencilla, eficaz y barata que existe, cualquiera puede prepararla en casa y beneficiarse de las propiedades del ajo.
¿QUÉ ES LA CURA TIBETANA DEL AJO?

Es una cura a base de ajo macerado, según una receta encontrada en un monasterio budista del Tibet. Desintoxica el cuerpo.

INGREDIENTES PARA LA CURA TIBETANA DEL AJO

350 g. de ajos crudos, pelados y triturados.
¼ de litro de Aguardiente o alcohol de 70º para uso interno.
ELABORACIÓN DE LA CURA TIBETANA DEL AJO

Poner los ajos triturados junto al Aguardiente o alcohol dentro de un tarro de cristal.
Cerraremos el bote bien fuerte y lo pondremos en el refrigerador (nevera) durante 10 días.
Después de estos días lo filtraremos con un colador de gasa o tela fina.
Este líquido lo volvemos a meter en el tarro y lo tendremos en la nevera durante 2 días.
Tras los 2 días ya está listo para tomar.
MODO DE EMPLEO Y DOSIFICACIÓN DE LA CURA TIBETANA DEL AJO

Lo tomaremos en gotitas, con un poco de agua o leche, antes de las tres comidas principales siguiendo las pautas de esta tabla:

    DIASDESAYUNOCOMIDA (Almuerzo)CENA
    11 gota2 gotas3 gotas
    24 gotas5 gotas6 gotas
    37 gotas8 gotas9 gotas
    410 gotas11 gotas12 gotas
    513 gotas14 gotas15 gotas
    616 gotas17 gotas18 gotas
    717 gotas16 gotas15 gotas
    814 gotas13 gotas12 gotas
    911 gotas10 gotas9 gotas
    108 gotas7 gotas6 gotas
    115 gotas4 gotas3 gotas
    122 gotas1 gotas25 gotas

A partir de este día tomaremos 25 gotas tres veces al día hasta terminar el frasco.
Según la tradición, no puede repetirse el tratamiento antes de 5 años.

VENTAJAS O BENEFICIOS DE LA CURA TIBETANA DEL AJO

El ajo según los estudios médicos tiene claros efectos
Mejora el sistema inmune fortaleciendo así nuestra resistencia frente a las infecciones.
Ayuda a eliminar el colesterol.
Es de gran eficacia para la hipertensión y los problemas de circulación
Según el manuscrito tibetano, sus beneficios son los siguientes
Limpia el organismo de las grasas y lo libera de los cálculos depositados.
Mejora el metabolismo y disminuye el peso del cuerpo llevándolo al peso normal.
Deshace los coágulos de sangre y vuelve más elásticos todos los vasos sanguíneos curando también la arteriosclerosis.
Cura la isquemia, la sinusitis, la hipertensión y las enfermedades bronco pulmonares.
Cura el diafragma y el miocardio enfermo.
Hace desaparecer el dolor de cabeza.
Cura la trombosis del cerebro, la artritis y la artrosis.
Cura el reumatismo, la gastritis, las úlceras de estómago y las hemorroides.
Absorbe todo tipo de tumores internos y externos.
Cura los disturbios de vista y oído.
En general todo el organismo se recupera.
INCONVENIENTES DE LA CURA TIBETANA DEL AJO

El primer inconveniente es que es una lástima que si te va bien no lo puedas repetir como mínimo una vez al año. Eso, por lo menos, es lo que dice el manuscrito. Científicamente, a priori, no tiene ninguna contraindicación conocida actualmente.

Las personas con un estómago muy débil o fácilmente irritable deberán observar que tal les sienta el remedio.
No deben tomarlo las personas con úlceras intestinales.

En general todas las personas que tomen alguna medicación (sobre todo si es "para no tener la sangre espesa" o sea anticoagulantes) es conveniente preguntar primero al médico o especialista.

OBSERVACIONES DE LA CURA TIBETANA DEL AJO

El color verdoso que adquiere el alcohol macerado con los ajos es completamente normal debido a ciertos principios activos que contiene el ajo.

Una vez el preparado está listo hay que guardarlo en la nevera o frigorífico, si bien en caso de realizar un viaje puede llevarse en un botecito de cristal con cuentagotas para no interrumpir el tratamiento.

Durante los primeros días pueden producirse manifestaciones y reacciones como erupciones cutáneas, mareos o dolor de estómago. Muchas de estas causas son debidas a la acción desintoxicante del ajo en nuestro organismo.

En todos los casos le recomendamos consultar con su terapeuta, médico u otro profesional de la salud competente. La información contenida en este artículo tiene una función meramente informativa.

Fluir. Una psicología de la felicidad.



El “fluir” es un estado mental y físico que alcanzamos cuando nos implicamos de tal forma en una actividad que perdemos la noción del tiempo y del espacio. La capacidad de entrar en flujo ha sido utilizada a lo largo de la historia por muchas culturas, pensemos en el yoga o en el zen, influye de manera poderosa en el grado de felicidad que siente una persona. La buena noticia es que el estado de flujo puede alcanzarse siguiendo unos pasos determinados y manteniendo una actitud mental adecuada. Además el flujo no sólo se da en situaciones especiales como la meditación o el deporte sino en cualquier faceta de nuestra vida, como barrer, hacer la comida o reparando la tostadora, también son conocidos los casos de personas que han alcanzado estados de flujo en condiciones realmente adversas.
Personalmente , la idea de “fluir”, me ha hecho más consciente de la importancia de mantener una actitud positiva y creativa en todo lo que hago a lo largo del día. También me ha animado a valorar y afrontar los retos inherentes a situaciones que a menudo me parecen adversas o molestas. Pero el fluir no se detiene ahí, además nos anima a darle un sentido de flujo a nuestra vida entera, definiendo claramente cuales son nuestras metas tanto a corto como a largo plazo.
Quien más ha investigado en esto del fluir es el profesor Mihaly Csikszentmihalyi, autor de numerosos estudios y libros sobre el concepto de Fluir, cuya lectura recomiendo vivamente.
Las principales características fenomenológicas que definen la situación de flujo, son:

Situación de reto o desafío.
Focalización de la atención en la acción.
Metas claras.
Retroalimentación sobre la acción.
Sentimiento de control.
Despreocupación sobre uno mismo.
Os dejo algunas perlas de uno de los libros de Csikszentmihalyi.
Aprender a manejar las propias metas constituye un paso importante para lograr una vida cotidiana óptima. Sin embargo conseguirla no implica la extrema espontaneidad, por un lado, ni el control compulsivo, por otro. La mejor solución podría ser entender las raíces de las propias motivaciones y, aun reconociendo las desviaciones que se hallan implicitas en nuestros deseos, escoger con toda humildad las metas que pongan orden en nuestra conciencia sin causar demasiado desorden en el entorno social o material.
Para hacer el mejor uso de nuestro tiempo libre, tenemos que dedicarle tanto tiempo y atención como dedicamos al trabajo que hacemos. El ocio activo que ayuda a una persona a crecer no se produce fácilmente.
Parece una ironía que el grado de felicidad y placer que obtenemos del ocio no parece tener relación alguna -si acaso, una relación negativa- con la cantidad de energía material conseguida en alcanzarlo. Las actividades sencillas que exigen inversión de capacidades, conocimientos y emociones por nuestra parte son exactamente tan gratificantes como las que necesitan gran equipamiento y energía externa, en lugar de nuestra propia energía psíquica. Mantener una buena conversación, cuidar el jardín, leer poesía, participar en actividades de voluntariado en un hospital o aprender algo nuevo agota poco recursos y son actividades al menos tan placenteras como otras que consumen una cantidad diez veces mayor de recursos.
Como ocurre con cualquier otra cosa, no se puede disfrutar de las relaciones sin dar nada a cambio. Debemos emplear una determinada cantidad de energía psíquica para cosechar sus frutos.
Si no se ha desarrollado la curiosidad y el interés durante los primeros años de la vida, es una buena idea adquirirlos ahora, antes de que sea demasiado tarde para aumentar la calidad de vida. Hacerlo es muy fácil en principio, aunque es más difícil en la práctica. Pero seguro que vale la pena intentarlo. El primer paso consiste en desarrollar el hábito de hacer lo que haya que hacer con una atención concentrada, con habilidad en vez de inercia. Cuanto más rutinaria pueda ser una tarea, como puede ser lavar platos, vestirse o cortar el césped, más gratificante será si la abordamos con el cuidado que pondríamos en crear una obra de arte. El próximo paso consiste en transferir todas los días algo de energía psíquica de las tareas que no nos gusta hacer, o del ocio pasivo, a algo que nunca hemos hecho antes.
¿Cuántas de las cosas que hacemos son realmente necesarias?¿Cuántas de estas exigencias podrían reducirse si pusiéramos algo de energía en establecer prioridades, organizar y racionalizar las rutinas que ahora dispersan nuestra atención?
Tiempo es lo que hay que encontrar a fin de desarrollar el interés y la curiosidad para disfrutar de la vida por si misma. El otro recurso igualmente importante es la capacidad de controlar la energía psíquica. En lugar de esperar un estímulo externo que atrape nuestra atención, debemos aprender a centrarla más o menos a voluntad. Esta capacidad está relacionada con el interés por una retroalimentación de ida y vuelta, de refuerzo y de casualidad recíproca. Si usted está interesado por algo, se centrará en ello, y si centra la atención en algo, es probable que se interese por ello.Controlar la atención significa controlar como vivimos las situaciones y, por tanto, la calidad de vida.

http://zumodewiki.wordpress.com/2007/10/30/fluir-una-psicologia-de-la-felicidad/

Discurso del Primer Ministro del Tíbet, Sr. Samdhong Rinpoche


Distinguidas personas de la mesa directiva, hermanas y hermanos del auditorio. Por nuestra parte, les trasladamos los saludos de su Santidad el Dalai Lama, quien fue invitado a participar en este Congreso pero que, debido a razones de fuerza mayor, no ha podido venir. Él lo lamenta y les envía a todos ustedes sus saludos y sus deseos de que el Congreso sea un éxito.
Después de esto, les saludo humildemente a todos ustedes, y me siento grandemente honrado de estar con ustedes y de poder compartir unas palabras sobre la riqueza cultural y espiritual del Tíbet.
Ha sido una gran oportunidad para nosotros compartir la gran herencia cultural de la India, la cual fue preservada y llevada a la “tierra de las nieves”, como se le llama al Tíbet, hace 1.300 años, y que hoy en día ha sido llevada al borde de su extinción sobre la superficie de la Tierra.
Tíbet, el altiplano del mundo, está situado entre China e India, las dos naciones más pobladas del Asia, y también limita con Rusia, Mongolia y otros países. De acuerdo a recientes hallazgos arqueológicos, se sabe que la meseta del Tíbet ha estado habitada desde hace por lo menos 30.000 años, pero lo que ha quedado recogido en la historia sobre esta civilización es bastante corto.
El primer rey del Tíbet fue Nyakhri Tsampo, que fue descendiente de un príncipe de Bengala y llego al Tíbet alrededor del año 242 antes de Cristo, y ahí se considera que comenzó el Reino del Tíbet. Pero fue en el siglo séptimo después de Cristo que el Tíbet llegó a tener un lenguaje escrito y una herencia cultural y espiritual. Durante ese tiempo, los tibetanos desarrollaron una escritura que es una forma abreviada de la escritura sánscrita, con 30 consonantes y 4 vocales, pero que es capaz de traducir todo el canon literario sánscrito de la India, siendo un leguaje muy parecido al sánscrito, de modo que todo lo que se expresa en sánscrito se puede expresar también en lenguaje tibetano.

Desde el siglo 7 hasta el siglo 11 se tradujeron numerosos tratados indios tales como todo el Canon budista, las enseñanzas del Buda y los comentarios a estas enseñanzas por varios eruditos indios, así como literatura secular, astronomía ayurvédica y otros temas que sobrevivieron a su desaparición en la India. Todo ello fue traducido al lenguaje tibetano, incluyendo todas las tradiciones, unidas a muchos comentarios tibetanos. Así Tíbet llegó a ser la “tierra receptora” de la tradición india, particularmente de Nalanda, Vikramashila, Takshashila y Uddandapuri, y de muchas otras fuentes de conocimiento de la India. De acuerdo con la tradición budista, todo el sistema de conocimiento se puede clasificar en cinco temas que son: la ciencia del lenguaje y la literatura, que en sánscrito llamamos “Shabdavidya”, la ciencia de la lógica y el razonamiento, que en sánscrito llamamos “Hituvidya”, la ciencia de la sanación y la medicina, llamado en sánscrito “Chikitsavidya”, el arte, la escultura y la arquitectura, que en sánscrito llamamos “Shilpavidya”, y finalmente la ciencia de la espiritualidad, llamada “Adhyatmavidya”.
Estos cinco temas del conocimiento abarcaban todas las Artes y las Ciencias que fueron desarrolladas por los sabios y eruditos de la antigua India, y fueron traducidos y transmitidos a la tierra de las nieves, el Tíbet, donde han sido conservados hasta nuestros días.

La riqueza cultural espiritual.

Antes de hablar sobre esto, debemos definir lo que se entiende por “cultural” y lo que se entiende por “espiritual”, porque estas palabras se usan hoy de muy diferentes maneras, y si no comenzamos por definirlas, podemos caer en confusiones o en malas interpretaciones. La palabra “cultural” es una expresión nueva en el lenguaje inglés, y por estos tiempos tiene diferentes connotaciones. En el Oeste, la expresión “cultural” se usa tanto para el bien como para el mal. Por ejemplo, hablamos de “cultura de la violencia” o “destrucción cultural” o “cultura de la guerra”, etc. Pero de acuerdo al lenguaje tibetano y a los lenguajes de la India, cultura hace referencia al bien. Nosotros no hablamos de una “cultura de la violencia” o “cultura de la guerra” porque éstas son actividades incultas y expresiones incultas. La expresión sánscrita “Sanskritic” significa “bien educado”. En consecuencia, nosotros usamos la expresión “cultura” sólo para las cosas positivas y para el bien, la educación de la mente en la espiritualidad o en la pureza. Cuando se ha cultivado ese estado de la mente, a eso lo llamamos “cultural”. Acharya Narendra Deva, gran erudito de la India del siglo 20, ha definido la cultura como “la agricultura de la tierra de la mente”. Él dijo exactamente: “chittabhumi ki kheti hai” que significa “el cultivo de la mente solar lleva a la plenitud”, y eso es lo que se llama “cultura”. Y esas mentes alcanzan un estado mental que no está condicionado por las emociones negativas, y eso es lo que se llama “cultural”. Y desde ese estado de la mente cada uno crea su expresión, como la música, la danza, la literatura, la poesía, el arte, etc. Esto es llamado “cultura” porque son expresiones culturales. El estado de la mente que ha sido cultivada, da la creatividad en la belleza, en la melodía, en la búsqueda de la paz, y así sucesivamente. Todo esto pertenece a la cultura.

Y espiritualidad significa “ciencia interior”. En estos tiempos, la mente humana está tan condicionada para buscar sólo las cosas estándar, que es incapaz de la introspección o de tener un entendimiento de su propia naturaleza. Nuestros pensamientos siempre se dirigen a las cosas materiales y siempre están en el pasado o en el futuro, nunca están dentro, nunca se concentran dentro y nunca se concentran en el presente. Cuando pasamos por un proceso de llamadas morales, de concentración de la mente, entonces es cuando nuestra sabiduría interna despierta. Cuando nuestra sabiduría interna despierta desde dentro, uno es capaz de verse a sí mismo como es, sin distracciones, en el presente. Este estado de la mente es llamado Sabiduría, “Pragya” en sánscrito, y esa Sabiduría es espiritual. El espíritu de la bondad humana yace ahí, y el espíritu de la naturaleza del Buda también yace ahí. La semilla de la naturaleza del Buda se encuentra en todos los seres que existen. Sobre esta base podemos considerar que todos los seres somos iguales, y es por medio de la realización de tal semilla, de tal potencial, que la mente de todo ser puede desarrollarse, evolucionar en la naturaleza de su eminencia, en la naturaleza del conocimiento de todas las cosas, en la naturaleza de un despertar incondicionado; eso es lo que se llama “espiritualidad”. Verdaderamente el Tíbet tiene abundante tradición espiritual, particularmente en la tradición budista.
Como mencioné anteriormente, desde el siglo 7 hasta el 11, toda la nación del Tíbet estuvo completamente ocupada recibiendo las enseñanzas y las tradiciones budistas de la India, traduciendo el canon de estas enseñanzas y diseminándolo y practicándolo por toda la nación. La tradición espiritual pre-budista en el Tíbet fue llamada “Bhon” o “Bhonismo”, y esa tradición perduró en el Tíbet por algún tiempo pero sólo a través de la transmisión oral, ya que no dejó ninguna literatura escrita. En consecuencia, después de la introducción del Budismo en el Tíbet, todo el “Bhon” recibió la influencia de la literatura budista, y hoy en día, aunque sigue existiendo el linaje “Bhon”, es muy difícil distinguirlo del Budismo en lo concerniente a los aspectos filosóficos y espirituales. El Tíbet está situado muy lejos de las naciones densamente pobladas, y siempre fue autosuficiente en sus necesidades. Toda la nación formó una energía mental interna dual, para sostener sus tradiciones espirituales y su cultura. La cultura tibetana es básicamente una cultura budista india sin contaminar, no influenciada por la cultura neobudista o por otras expresiones culturales.

Una cultura budista pura permaneció en el Tíbet, y se ha expresado en numerosas formas de arte y literatura. Creo que el Tíbet es el más rico lugar en lo concerniente a tratados de espiritualidad y de literatura budista. El Tíbet ha tenido una corta historia cultural y espiritual, como dije anteriormente 1.300 años como mucho, y teniendo una población pequeña, en todo momento no superior a los 6 millones, sin embargo ha producido la mayor cantidad de literatura en el mundo, cosa que no han hecho países como China o India que tienen una gran cantidad de población y más de 5000 años de historia.
Aun así, si comparamos la cantidad de literatura producida por China, la India y el Tíbet, la cantidad de literatura tibetana no es menor que la cantidad de literatura actual en la India o China. Esto significa que el Tíbet tiene la más rica acumulación cultural heredada de la India. Por supuesto, también tenemos contribución del sur de China, pero la contribución China fue en el terreno del hogar, la cocina, el vestido, estilo de vida, y la agricultura del este y el sur. Aparte de eso, toda la herencia espiritual, la religión, la filosofía, el sistema de sanación, el sistema de astrología, el sistema de arte y escultura, todo esto fue heredado del Budismo de la India. Actualmente ustedes encontrarán muchos instrumentos de música espiritual como los que ustedes han visto esta mañana, el Chan-Chin y otros instrumentos musicales. Todos ellos han sido heredados del Takshashila, Nalanda, or Vikramashila, Uddandapura, etc., etc., de la India. Hoy en día ustedes no encontrarán esto en la India, pero ha sido completamente conservado en el Tíbet. La “escultura de manteca”, la formación de imágenes, la pintura Kangra, todo eso está basado en la literatura sánscrita que es llamada “Chitra rachana” que significa “ciencia de la pintura”, “ciencia del arte”. Todo esto se ha perdido en el sánscrito original de la India, pero su traducción al tibetano lo ha preservado en el Tíbet, y todas estas pinturas Kangra, escultura de manteca, escultura de imágenes, mandalas, madalas con arena de colores, desaparecieron completamente de la India pero todavía se conservan en el Tíbet sin ninguna destrucción, sin deterioros, exactamente de acuerdo a las especificaciones dadas en los tratados, en los textos-raíz; todo está disponible, toda la tradición, la transmisión oral y la demostración de este sueño actual; todo ha sido conservado en el Tíbet. Por lo tanto, el Tíbet tiene una muy rica herencia cultural y espiritual, lo que es muy relevante para el bienestar de la humanidad aun en el siglo 21.

Esto necesita ser preservado y protegido. La humanidad no se puede permitir perder esta civilización espiritual. Es la herencia de la India preservada en el Tíbet, y la unidad esencial de toda herencia espiritual es el amor y la compasión, y todo el Budismo está basado en el amor y la compasión y la no-violencia, y creo que hoy en día se necesita más que nunca de la mejor cultura espiritual, como los anteriores ponentes han mencionado acertadamente al hablar de los problemas actuales del hombre.
Bajo mi punto de vista hay enormes desafíos para el ser humano en este planeta Tierra. El incremento de la violencia en sus variadas formas: en forma de guerras, de terrorismo, de violencia estructural, de explotación, etc. Nadie está seguro en ningún sitio. Creo que éste es un gran reto para la humanidad entera. El terrible reto de la degradación del medio ambiente, el desequilibrio del ecosistema, el calentamiento global. Las necesidades básicas del ser humano: el aire para respirar y el agua para beber están completamente contaminadas. Es difícil encontrar aire limpio para respirar, es difícil encontrar agua limpia para beber. Así pues, la degradación ambiental es otro reto. Las diferencias económicas, el mal uso de los recursos y la actual recesión económica son también grandes desafíos. Finalmente, la fuente de salvación de todos los seres, que es la religión, y resulta que hoy hablamos de intolerancia religiosa y conflicto de civilizaciones. La fuente de felicidad se ha convertido en fuente de conflictos y violencia. Tendremos que afrontar todos estos desafíos, y para afrontarlos sólo hay una vía que es la herencia espiritual, la herencia de amor y compasión, la herencia de un sistema que deja vivir a los demás. En toda la humanidad, de acuerdo al punto de vista budista, hay tres maneras de vivir: la primera manera es vivir a costa de los demás. Hoy la gran mayoría de la humanidad vive de esta manera, a costa de los demás, explotando a los demás, haciendo mal uso de las relaciones con los demás; un gran número de personas vive de esta manera. Eso no es vivir, a cada momento es una muerte, pero la gente escoge esa manera de vivir. Otra manera de vivir es vivir y dejar que los otros vivan. Si todos hiciéramos así, creo que el mundo sería un lugar mejor para vivir. Y finalmente, el requisito para un sistema vivo, para una humanidad, que sería vivir para servir a los demás. El propósito de la vida no es dejar que los otros vivan, el propósito de la vida humana es servir a los demás, beneficiar a los demás, y eso sólo puede llegar si tenemos una mente compasiva, llena de amor. Ése es el requisito de los tiempos o ésa es la esencia del valor humano. Este Congreso sopesará los grandes valores humanos, y entre ellos la forma de vida budista: vivir para servir a los demás contribuirá grandemente al futuro de la humanidad. Estoy una vez más agradecido a todos ustedes por darme la oportunidad de estar con ustedes y tener su atención para con mis pensamientos.
¡Muchas gracias!

La humanidad no se puede permitir perder esta civilización espiritual. Es la herencia de la India preservada en el Tíbet, y la unidad esencial de toda herencia espiritual es el amor y la compasión, y todo el Budismo está basado en el amor, la compasión y la no-violencia, y creo que hoy en día se necesita más que nunca de la mejor cultura espiritual como los anteriores ponentes han mencionado acertadamente al hablar de los problemas actuales del hombre.

22 de diciembre de 2011

el principio de incertidumbre





El físico alemán Werner K. Heisenberg es conocido sobre todo por formular el principio de incertidumbre, una contribución fundamental al desarrollo de la teoría cuántica. Este principio afirma que es imposible medir simultáneamente de forma precisa la posición y el momento lineal de una partícula. Heisenberg fue galardonado con el Premio Nobel de Física en 1932. El principio de incertidumbre ejerció una profunda influencia en la física y en la filosofía del siglo XX.

Werner Karl Heisenberg nació el 5 de diciembre de 1901 en Würzburgo y estudió en la Universidad de Munich. En 1923 fue ayudante del físico alemán Max Born en la Universidad de Gotinga, y desde 1924 a 1927 obtuvo una beca de la Fundación Rockefeller para trabajar con el físico danés Niels Bohr en la Universidad de Copenhague. En 1927 fue nombrado profesor de física teórica en la Universidad de Leipzig. Después fue profesor en las universidades de Berlín (1941-1945), Gotinga (1946-1958) y Munich (1958-1976). En 1941 ocupó el cargo de director del Instituto Kaiser Wilhelm de Química Física, que en 1946 pasó a llamarse Instituto Max Planck de Física.

Estuvo a cargo de la investigación científica del proyecto de la bomba atómica alemana durante la II Guerra Mundial. Bajo su dirección se intentó construir un reactor nuclear en el que la reacción en cadena se llevara a cabo con tanta rapidez que produjera una explosión, pero estos intentos no alcanzaron éxito. Estuvo preso en Inglaterra después de la guerra. Murió en 1976.

Heisenberg, uno de los primeros físicos teóricos del mundo, realizó sus aportaciones más importantes en la teoría de la estructura atómica. En 1925 comenzó a desarrollar un sistema de mecánica cuántica, denominado mecánica matricial, en el que la formulación matemática se basaba en las frecuencias y amplitudes de las radiaciones absorbidas y emitidas por el átomo y en los niveles de energía del sistema atómico.

El principio de incertidumbre desempeñó un importante papel en el desarrollo de la mecánica cuántica y en el progreso del pensamiento filosófico moderno. En 1932, Heisenberg fue galardonado con el Premio Nobel de Física. Entre sus numerosos escritos se encuentran Los principios físicos de la teoría cuántica, Radiación cósmica, Física y filosofía e Introducción a la teoría unificada de las partículas elementales.

21 de diciembre de 2011

COMENTARIO DEL LIBRO AMOR LIQUIDO


amor-liquido-001.jpg

He seleccionado para vuestros caletres algunos fragmentos de este interesante texto: Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, de Zygmunt Bauman, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires 2005, 203 págs. (trad. de Mirta Rosenberg y Jaime Arrambide). Éste no es el primer libro de Bauman que he extractado aquí: también Vida líquida ha pasado por la turmix. Sobre Amor líquidoos diré que alterna, igual queVida líquida, observaciones muy agudas con otras a mi parecer algo más romas, quizá por algún prejuicio muy marcado. De todos modos, esto, amén de no ser más que una impresión personal, no desmerece en absoluto la lectura atenta de este trabajo… al menos en sus primeras 110 páginas. Después los temas se van alejando del foco que considero más interesante, el amor desde el punto de vista del individuo, para darle una orientación más sociológica. El último capítulo de los cuatro que componen el libro está, de hecho, dedicado íntegramente a analizar las consecuencias de la globalización desde la perspectiva de los grupos humanos.
En cuanto a la traducción, pues bueno, más o menos correcta, aunque adolece de lo de siempre en estos casos: giros poco familiares y algún anglicismo inaceptable, como por ejemplo traducir lo que supongo que en el original será “to dispose of” por “disponer de”, en lugar de “deshacerse de” (pág. 72).
En esta primera entrega, os dejo el prólogo al completo, que sintetiza la tesis fundamental de la obra, a saber: que las relaciones entre individuos han cambiado, se hanlicuado. Bauman analiza con agudeza las ambivalencias resultantes, la tensión entre la aplicación de un modelo opuesto a las necesidades de seguridad de la afectividad humana y la inevitabilidad de dicho modelo, al vivir inmersos en un mundo que requiere constante cambio y adaptación. ¿Cómo lograr la cuadratura de este círculo?
———————————-
Ulrich, el héroe de la gran novela de Robert Musil, era -tal como lo anunciaba el título de la obra— Der Mann ohne Eigenschaflen: el hombre sin atributos. Al carecer de atributos propios, ya fueran he­redados o adquiridos irreversiblemente y de manera definitiva, Ul­rich debía desarrollar, por medio de su propio esfuerzo, cualquier atributo que pudiera haber deseado poseer, empleando para ello su propia inteligencia e ingenio; pero sin garantías de que esos atribu­tos duraran indefinidamente en un mundo colmado de señales confusas, con tendencia a cambiar rápidamente y de maneras im­previsibles.
El héroe de este libro es Der Mann ohne Verwandtschaften,el hombre sin vínculos, y particularmente sin vínculos tan fijos y es­tablecidos como solían ser las relaciones de parentesco en la época de Ulrich. Por no tener vínculos inquebrantables y establecidos pa­ra siempre, el héroe de este libro -el habitante de nuestra moderna sociedad líquida— y sus sucesores de hoy deben amarrar los lazos que prefieran usar como eslabón para ligarse con el resto del mun­do humano, basándose exclusivamente en su propio esfuerzo y con la ayuda de sus propias habilidades y de su propia persistencia. Sueltos, deben conectarse… Sin embargo, ninguna clase de cone­xión que pueda llenar el vacío dejado por los antiguos vínculos au­sentes tiene garantía de duración. De todos modos, esa conexión no debe estar bien anudada, para que sea posible desatarla rápida­mente cuando las condiciones cambien… algo que en la moderni­dad líquida seguramente ocurrirá una y otra vez.
Este libro procura desentrañar, registrar y entender esa extraña fragilidad de los vínculos humanos, el sentimiento de inseguridad que esa fragilidad inspira y los deseos conflictivos que ese sentimiento despierta, provocando el impulso de estrechar los lazos, pero manteniéndolos al mismo tiempo flojos para poder desanudarlos.
Al carecer de la visión aguda, la riqueza de la paleta y la sutileza de la pincelada de Musil —de hecho, cualquiera de esos exquisitos talentos que convirtieron a Der Mann ohne Eigenschaften en el re­trato definitivo del hombre moderno— tengo que limitarme a esbozar una carpeta llena de burdos bocetos fragmentarios en vez de pretender un retrato completo, y menos aún definitivo. Mi máxi­ma aspiración es lograr un identikit, un fotomontaje que puede contener tanto espacios vacíos como espacios llenos. E incluso esa composición final será una tarea inconclusa, que los lectores debe­rán completar.
El héroe principal de este libro son las relaciones humanas.Los protagonistas de este volumen son hombres y mujeres, nuestros contemporáneos, desesperados al sentirse fácilmente descartables y abandonados a sus propios recursos, siempre ávidos de la seguridad de la unión y de una mano servicial con la que puedan contar en los malos momentos, es decir, desesperados por “relacionarse”. Sin embargo, desconfían todo el tiempo del “estar relacionados”, y par­ticularmente de estar relacionados “para siempre”, por no hablar de “eternamente”, porque temen que ese estado pueda convertirse en una carga y ocasionar tensiones que no se sienten capaces ni deseo­sos de soportar, y que pueden limitar severamente la libertad que necesitan -sí, usted lo ha adivinado— para relacionarse…
En nuestro mundo de rampante “individualización”, las relacio­nes son una bendición a medias. Oscilan entre un dulce sueño y una pesadilla, y no hay manera de decir en qué momento uno se convierte en la otra. Casi todo el tiempo ambos avatares cohabitan, aunque en niveles diferentes de conciencia. En un entorno de vida moderno, las relaciones suelen ser, quizá, las encarnaciones más co­munes, intensas y profundas de la ambivalencia. Y por eso, podría­mos argumentar, ocupan por decreto el centro de atención de los individuos líquidos modernos, que las colocan en el primer lugar de sus proyectos de vida.
Las “relaciones” son ahora el tema del momento y, ostensible­mente, el único juego que vale la pena jugar, a pesar de sus notorios riesgos. Algunos sociólogos, acostumbrados a elaborar teorías a par­tir de las estadísticas de las encuestas y de convicciones de sentido común, como las que registran esas estadísticas, se apresuran a con­cluir que sus contemporáneos están dispuestos a la amistad, a esta­blecer vínculos, a la unión, a la comunidad. De hecho, sin embargo (como si se cumpliera la ley de Martin Heidegger, que afirma que las cosas se revelan a la conciencia solamente por medio de la frus­tración que causan, arruinándose, desapareciendo, comportándose de manera inesperada o traicionando su propia naturaleza), la aten­ción humana tiende a concentrarse actualmente en la satisfacción que se espera de las relaciones, precisamente porque no han resulta­do plena y verdaderamente satisfactorias; y si son satisfactorias, el precio de la satisfacción que producen suele considerarse excesivo e inaceptable. En su famoso experimento, Miller y Dollard observa­ron que sus ratas de laboratorio alcanzaban un pico de conmoción y agitación cuando “la adiance igualaba la abiance”, es decir, cuando la amenaza de una descarga eléctrica y la promesa de una comida apetitosa estaban perfectamente equilibradas…
No es raro que las “relaciones” sean uno de los motores princi­pales del actual “boom del counselling*“. Su grado de complejidad es tan denso, impenetrable y enigmático que un individuo rara vez logra descifrarlo y desentrañarlo por sí solo. La agitación de las ra­tas de Miller y Dollard casi siempre se diluía en la inacción. La in­capacidad de elegir entre atracción y repulsión, entre esperanza y temor, desembocaba en la imposibilidad de actuar. A diferencia de las ratas, los seres humanos que se encuentran en circunstancias se­mejantes pueden recurrir al auxilio de expertos consultores que ofrecen sus servicios a cambio de honorarios. Lo que esperan escu­char de boca de ellos es cómo lograr la cuadratura del círculo: có­mo comerse la torta y conservarla al mismo tiempo, cómo degustar las dulces delicias de las relaciones evitando los bocados más amar­gos y menos tiernos; cómo lograr que la relación les confiera poder sin que la dependencia los debilite, que los habilite sin condicio­narlos, que los haga sentir plenos sin sobrecargarlos…
Los expertos están dispuestos a asesorar, seguros de que la de­manda de asesoramiento jamás se agotará, ya que no hay consejo posible que pueda hacer que un círculo se vuelva cuadrado… Sus consejos abundan, aunque con frecuencia apenas logran que las prácticas comunes asciendan al nivel del conocimiento generaliza­do, y éste a su vez a la categoría de teoría erudita y autorizada. Los agradecidos destinatarios del consejo revisan las columnas sobre “relaciones” de los suplementos semanales o mensuales de los pe­riódicos serios y menos serios buscando escuchar de las personas “que saben” lo que siempre han querido escuchar, ya que son de­masiado tímidos o pudorosos como para decirlo por sí mismos; de ese modo se enteran de las idas y venidas de “otros como ellos” y se consuelan como pueden con la idea, respaldada por expertos, de que no están solos en sus solitarios esfuerzos por enfrentar esa en­crucijada.
A través de la experiencia de otros lectores, reciclada por los counsellors, los lectores se enteran de que pueden intentar establecer “relaciones de bolsillo”, que “se pueden sacar en caso de necesidad”, pero que también pueden volver a sepultarse en las profundidades del bolsillo cuando ya no son necesarias. O de que las relaciones son como la Ribena**: si se la bebe sin diluir, resulta nauseabunda y puede ser nociva para la salud… -al igual que la Ribena, las rela­ciones deben diluirse para ser consumidas-. O de que las “parejas abiertas” son loables por ser “relaciones revolucionarias que han lo­grado hacer estallar la asfixiante burbuja de la pareja”. O de que las relaciones, como los autos, deben ser sometidas regularmente a una revisión para determinar si pueden continuar funcionando. En su­ma, se enteran de que el compromiso, y en particular el compro­miso a largo plazo, es una trampa que el empeño de “relacionarse” debe evitar a toda costa. Un consejero experto informa a los lecto­res que “al comprometerse, por más que sea a medias, usted debe recordar que tal vez esté cerrándole la puerta a otras posibilidades amorosas que podrían ser más satisfactorias y gratificantes”. Otro experto es aún más directo: “Las promesas de compromiso a largo plazo no tienen sentido… Al igual que otras inversiones, primero rinden y luego declinan”. Y entonces, si usted quiere “relacionarse”, será mejor que se mantenga a distancia; si quiere que su relación sea plena, no se comprometa ni exija compromiso. Mantenga to­das sus puertas abiertas permanentemente.
Si uno les preguntara, los habitantes de Leonia, una de las “ciu­dades invisibles” de ítalo Calvino, dirían que su pasión es “disfru­tar de cosas nuevas y diferentes”. De hecho, cada mañana “estrenan ropa nueva, extraen de su refrigerador último modelo latas sin abrir, escuchando los últimosjingles que suenan desde una radio de últi­ma generación”. Pero cada mañana “los restos de la Leonia de ayer esperan el camión del basurero”, y uno tiene derecho a preguntarse si la verdadera pasión de los leonianos no será, en cambio, “el pla­cer de expulsar, descartar, limpiarse de una impureza recurrente”. Si no es así, por qué será que los barrenderos son “bienvenidos co­mo ángeles”, aun cuando su misión está “rodeada de un respetuoso silencio”. Es comprensible: “una vez que las cosas han sido descar­tadas, nadie quiere volver a pensar en ellas”.
Pensemos…
¿Los habitantes de nuestro moderno mundo líquido no son co­mo los habitantes de Leonia, preocupados por una cosa mientras hablan de otra? Dicen que su deseo, su pasión, su propósito o su sueño es “relacionarse”. Pero, en realidad, ¿no están más bien preo­cupados por impedir que sus relaciones se cristalicen y se cuajen? ¿Buscan realmente relaciones sostenidas, tal como dicen, o desean más que nada que esas relaciones sean ligeras y laxas, siguiendo el patrón de Richard Baxter, según el cual se supone que las riquezas deben “descansar sobre los hombros como un abrigo liviano” para poder “deshacerse de ellas en cualquier momento”? En definitiva, ¿qué clase de consejo están buscando verdaderamente? ¿Cómo anu­dar la relación o cómo -por si acaso- deshacerla sin perjuicio y sin cargos de conciencia? No hay respuestas fáciles a esa pregunta, aun­que es necesario formularla, y seguirá siendo formulada mientras los habitantes del moderno mundo líquido sigan debatiéndose ba­jo el peso abrumador de la tarea más ambivalente de las muchas que deben enfrentar cada día.
Tal vez la idea misma de “relación” aumente la confusión. Por más arduamente que se esfuercen los desdichados buscadores de re­laciones y sus consejeros, esa idea se resiste a ser despojada de sus connotaciones perturbadoras y aciagas. Sigue cargada de vagas amenazas y premoniciones sombrías: transmite simultáneamente los placeres de la unión y los horrores del encierro. Quizás por eso, más que transmitir su experiencia y expectativas en términos de “relacionarse” y “relaciones”, la gente habla cada vez más (ayudada e inducida por consejeros expertos) de conexiones, de “conectarse” y “estar conectado”. En vez de hablar de parejas, prefieren hablar de “redes”. ¿Qué ventaja conlleva hablar de “conexiones” en vez de “relaciones”?
A diferencia de las “relaciones”, el “parentesco”, la “pareja” e ideas semejantes que resaltan el compromiso mutuo y excluyen o sosla­yan a su opuesto, el descompromiso, la “red” representa una matriz que conecta y desconecta a la vez: la redes sólo son imaginables si ambas actividades no están habilitadas al mismo tiempo. En una red, conectarse y desconectarse son elecciones igualmente legítimas, gozan del mismo estatus y de igual importancia. ¡No tiene sentido preguntarse cuál de las dos actividades complementarias constituye “la esencia” de una red! “Red” sugiere momentos de “estar en con­tacto” intercalados con períodos de libre merodeo. En una red, las conexiones se establecen a demanda, y pueden cortarse a voluntad. Una relación “indeseable pero indisoluble” es precisamente lo que hace que una “relación” sea tan riesgosa como parece. Sin embargo, una “conexión indeseable” es un oxímoron: las conexiones pueden ser y son disueltas mucho antes de que empiecen a ser detestables.
Las conexiones son “relaciones virtuales”. A diferencia de las rela­ciones a la antigua (por no hablar de las relaciones “comprometi­das”, y menos aún de los compromisos a largo plazo), parecen estar hechas a la medida del entorno de la moderna vida líquida, en la que se supone y espera que las “posibilidades románticas” (y no sólo las “románticas”) fluctúen cada vez con mayor velocidad entre mul­titudes que no decrecen, desalojándose entre sí con la promesa “de ser más gratificante y satisfactoria” que las anteriores. A diferencia de las “verdaderas relaciones”, las “relaciones virtuales” son de fácil acceso y salida. Parecen sensatas e higiénicas, fáciles de usar y amis­tosas con el usuario, cuando se las compara con la “cosa real”, pesa­da, lenta, inerte y complicada. Un hombre de Bath, de 28 años, en­trevistado en relación con la creciente popularidad de las citas por Internet en desmedro de los bares de solas y solos y las columnas de corazones solitarios, señaló una ventaja decisiva de la relación elec­trónica: “uno siempre puede oprimir la tecla ‘delete’”.Como si obedecieran a la ley de Gresham, las relaciones virtua­les (rebautizadas “conexiones”) establecen el modelo que rige a to­das las otras relaciones. Eso no hace felices a los hombres y las mu­jeres que sucumben a esa presión; al menos no los hace más felices de lo que eran con las relaciones previrtuales. Algo se gana, algo se pierde.
Tal como señaló Ralph Waldo Emerson, cuando uno patina so­bre hielo fino, la salvación es la velocidad. Cuando la calidad no nos da sostén, tendemos a buscar remedio en la cantidad. Si el “compromiso no tiene sentido” y las relaciones ya no son confia­bles y difícilmente duren, nos inclinamos a cambiar la pareja por las redes. Sin embargo, una vez que alguien lo ha hecho, sentar ca­beza se vuelve aún más difícil (y desalentador) que antes —ya que ahora carece de las habilidades que podrían hacer que la cosa fun­cionara-. Seguir en movimiento, antes un privilegio y un logro, se convierte ahora en obligación. Mantener la velocidad, antes una aventura gozosa, se convierte en un deber agotador. Y sobre todo, la fea incertidumbre y la insoportable confusión que supuestamente la velocidad ahuyentaría, aún siguen allí. La facilidad que ofre­cen el descompromiso y la ruptura a voluntad no reducen los ries­gos, sino que tan sólo los distribuyen, junto con las angustias que generan, de manera diferente.
Este libro está dedicado a los riesgos y angustias de vivir juntos, y separados, en nuestro moderno mundo líquido. (Págs. 7-14)

* Asesoramiento psicológico [N. del Aspirante]
** Una bebida frutal concentrada que se diluye, consumida comúnmente en el Reino Unido
Sobre la naturaleza del amor

[Los] estándares [del amor] son ahora más ba­jos: como consecuencia, el conjunto de experiencias definidas con el término “amor” se ha ampliado enormemente. Relaciones de una noche son descriptas por medio de la expresión “hacer el amor”.

Esta súbita abundancia y aparente disponibilidad de “experien­cias amorosas” llega a alimentar la convicción de que el amor (ena­morarse, ejercer el amor) es una destreza que se puede aprender, y que el dominio de esa materia aumenta con el número de expe­riencias y la asiduidad del ejercicio. Incluso se puede llegar a creer (y con frecuencia se cree) que la capacidad amorosa crece con la ex­periencia acumulada, que el próximo amor será una experiencia aún más estimulante que la que se disfruta actualmente, aunque no tan emocionante y fascinante como la que vendrá después de la próxima.

Sin embargo, sólo es otra ilusión… La clase de conocimiento que aumenta a medida que la cadena de episodios amorosos se alarga es la del “amor” en tanto serie de intensos, breves e impac­tantes episodios, atravesados a priori por la conciencia de su fragili­dad y brevedad. La clase de destreza que se adquiere es la de “ter­minar rápidamente y volver a empezar desde el principio”, en la que, según Sören Kierkegaard, el Don Giovanni* de Mozart era el virtuoso arquetípico. Pero por estar guiado por la compulsión a in­tentarlo otra vez, y obsesionado con la idea de impedir que cada intento sucesivo interfiriera con los intentos futuros, Don Giovan­ni era también el “impotente amoroso” arquetípico. Si el propósito de la infatigable búsqueda y experimentación de Don Giovanni hubiera sido el amor, su propia compulsión a experimentar hubiera descalificado ese propósito. Resulta tentador señalar que el efecto de esa ostensible “adquisición de destreza” está destinado a ser, co­mo en el caso de Don Giovanni, el desaprendizaje del amor, una “incapacidad aprendida” de amar.

Ese resultado -la venganza del amor, por así decirlo, contra los que se atreven a desafiar su naturaleza- era de esperar.

(…)

La naturaleza del amor implica —tal como lo observó Lucano dos milenios atrás y lo repitió Francis Bacon muchos siglos más tar­de— ser un rehén del destino.

En el Simposio de Platón, Diótima de Mantinea le señaló a Sócra­tes, con el asentimiento absoluto de éste, que “el amor no se dirige a lo bello, como crees”, “sino a concebir y nacer en lo bello”. Amar es desear “concebir y procrear”, y por eso el amante “busca y se es­fuerza por encontrar la cosa bella en la cual pueda concebir”. En otras palabras, el amor no encuentra su sentido en el ansia de cosas ya hechas, completas y terminadas, sino en el impulso a participar en la construcción de esas cosas. El amor está muy cercano a la trascendencia; es tan sólo otro nombre del impulso creativo y, por lo tanto, está cargado de riesgos, ya que toda creación ignora siem­pre cuál será su producto final.

En todo amor hay por lo menos dos seres, y cada uno de ellos es la gran incógnita de la ecuación del otro. Eso es lo que hace que el amor parezca un capricho del destino, ese inquietante y miste­rioso futuro, imposible de prever, de prevenir o conjurar, de apre­surar o detener. Amar significa abrirle la puerta a ese destino, a la más sublime de las condiciones humanas en la que el miedo se funde con el gozo en una aleación indisoluble, cuyos elementos ya no pueden separarse. Abrirse a ese destino significa, en última ins­tancia, dar libertad al ser: esa libertad que está encarnada en el Otro, el compañero en el amor. Como lo expresa Erich Fromm:

“En el amor individual no se encuentra satisfacción [...] sin verda­dera humildad, coraje, fe y disciplina”; y luego agrega inmediata­mente, con tristeza, que en “una cultura en la que esas cualidades son raras, la conquista de la capacidad de amar será necesariamente un raro logro”.1

(…)

Sin humildad y coraje no hay amor. Se requieren ambas cualida­des, en cantidades enormes y constantemente renovadas, cada vez que uno entra en un territorio inexplorado y sin mapas, y cuando se produce el amor entre dos o más seres humanos, éstos se internan inevitablemente en un terreno desconocido.

Eros, tal como afirma Levinas, es diferente de la posesión y del poder; no es una batalla ni una fusión, y tampoco es conocimiento.

Eros es “una relación con la alteridad, con el misterio, es decir, con el futuro, con lo que está ausente del mundo que contiene a todo lo que es…”. “El pathos del amor consiste en la insuperable duali­dad de los seres.” Los intentos de superar esa dualidad, de domesti­car lo díscolo y domeñar lo que no tiene freno, de hacer previsible lo incognoscible y de encadenar lo errante son la sentencia de muerte del amor. Eros no sobrevive a la dualidad. En lo que al amor se refiere, la posesión, el poder, la fusión y el desencanto son los Cuatro Jinetes del Apocalipsis.

En ese punto radica la maravillosa fragilidad del amor, junto con su endemoniada negativa a soportar esa vulnerabilidad con ligereza. Todo amor se debate por concretarse, pero en el momento del triunfo se topa con su derrota última. Todo amor lucha por sepultar las fuentes de su precariedad e incertidumbre, pero si lo consigue, pronto empieza a marchitarse, y desaparece. Eros está poseído por el espectro de Tánatos, que ningún hechizo mágico puede exorcizar. No es que Eros sea precoz, y ninguna dimensión ni intensidad de educación ni de métodos de autoaprendizaje conseguirán liberarlo de su patológica tendencia suicida.

El desafío, la atracción, la seducción que ejerce el Otro vuelve toda distancia, por reducida y minúscula que sea, intolerablemente grande. La brecha se siente como un precipicio. La fusión o la do­minación parecen ser los únicos remedios para el tormento resul­tante. Y sólo hay una delgadísima frontera, que muy fácilmente puede pasarse por alto, entre una caricia suave y tierna y una mano de hierro que aplasta. Eros no puede ser fiel a sí mismo sin practi­car la caricia, pero no puede practicarla sin correr el riesgo del do­minio. Eros impulsa a las manos a tocarse, pero las manos que aca­rician también pueden oprimir y aplastar.

(…)

Mientras está vivo, el amor está siempre al borde de la derrota. Di­suelve su pasado a medida que avanza, no deja tras de sí trincheras fortificadas a las que podría replegarse para buscar refugio en casos de necesidad. Y no sabe qué le espera ni qué puede depararle el fu­turo. Nunca adquiere la confianza suficiente para dispersar las nu­bes y apaciguar la ansiedad. El amor es un préstamo hipotecario a cuenta de un futuro incierto e inescrutable. (Págs. 19-24)

Sobre el amor a uno mismo

Porque lo que amamos en nuestro amor a uno mismo es la per­sonalidad adecuada para ser amada. Lo que amamos es el estado, o la esperanza, de ser amados. De ser objetos dignos de amor, de ser reconocidos como tales, y de que se nos dé la prueba de ese reconoci­miento.

En suma: para sentir amor por uno mismo, necesitamos ser amados. La negación del amor -la privación del estatus de objeto digno de ser amado- nutre el autoaborrecimiento. El amor a uno mismo está edificado sobre el amor que nos ofrecen los demás. Si se emplean sustitutos para construirlo, puede haber una semejanza, por fraudulenta que sea, de ese amor. Los otros deben amarnos pri­mero para que podamos empezar a amarnos a nosotros mismos.

¿Y cómo sabemos que no hemos sido desdeñados o considera­dos un caso perdido, que el amor está llegando, puede llegar, llegará, que somos dignos de él y por lo tanto tenemos derecho a per­mitirnos el amour de soi, y a gozar de él? Lo sabemos, creemos sa­berlo, y cuando nos hablan y nos escuchan confirmamos que nues­tra convicción era acertada. Cuando se nos escucha atentamente, con un interés que delata y señala la voluntad de responder, supo­nemos que somos respetados. Es decir, suponemos que lo que pen­samos, hacemos o nos proponemos hacer tiene importancia.

Si otros me respetan, obviamente debe haber “en mí” algo que sólo yo puedo ofrecerle a los otros; y obviamente existen esos otros, sin duda, a quienes les gustará y agradecerán el ofrecimiento. Soy importante, y lo que digo y pienso también es importante. No soy un cero, alguien a quien se puede reemplazar y desechar fácilmente. Yo “hago una diferencia”, y no sólo para mí mismo. Lo que digo y lo que soy realmente importa, y no se trata tan sólo de una fantasía mía. Sea cual fuere el mundo que me rodea, ese mundo sería más pobre, menos interesante y menos promisorio si yo súbitamente dejara de existir o me marchara a otra parte.

Si eso es lo que nos convierte en adecuados y dignos objetos del amor a uno mismo, entonces la demanda de “ama al prójimo co­mo a ti mismo” (es decir, suponer que el prójimo desea ser amado por las mismas razones que nos inducen a amarnos a nosotros mismos) implica el deseo del prójimo de que se reconozca, admita y confirme su dignidad, su posesión de un valor único, irreempla­zable y no desechable. Esa exigencia nos insta a suponer que el prójimo sin duda representa esos valores, al menos mientras no se pruebe lo contrario. Amar al prójimo como nos amamos a noso­tros mismos significaría entonces respetar el carácter único de cada uno, el valor de nuestras diferencias que enriquecen el mundo que todos habitamos y que lo convierten en un lugar más fascinante y placentero, ya que amplían aún más su cornucopia de promesas. (Págs. 108-109)

Naturaleza del deseo. Deseo y muerte

El amor puede ser —y suele ser— tan aterrador como la muerte; sólo que, a diferencia de la muerte, encubre la verdad bajo oleadas de deseo y entusiasmo. Es sensato equiparar la diferencia entre el amor y la muerte a la que existe entre la atracción y la repulsión. Si lo pensamos dos veces, sin embargo, ya no podemos estar tan segu­ros. Las promesas del amor son, generalmente, menos ambiguas que sus ofrendas. De ese modo, la tentación de enamorarse es ava­sallante y poderosa, pero también lo es la atracción que ejerce la huida. Y el señuelo que nos induce a buscar una rosa sin espinas está siempre presente y resulta difícil de resistir.

Deseo y amor. Hermanos. A veces, mellizos, pero nunca gemelos idénticos.

El deseo es el anhelo de consumir. De absorber, devorar, ingerir y digerir, de aniquilar. El deseo no necesita otro estímulo más que la presencia de alteridad. Esa presencia es siempre una afrenta y una humillación. El deseo es el impulso a vengar la afrenta y disi­par la humillación. Es la compulsión de cerrar la brecha con la al­teridad que atrae y repele, que seduce con la promesa de lo inex­plorado e irrita con su evasiva y obstinada otredad. El deseo es el impulso a despojar la alteridad de su otredad, y por lo tanto, de su poder. A partir de ser explorada, familiarizada y domesticada, la alteridad debe emerger despojada del aguijón de la tentación, sin ningún acicate. Es decir, si es que sobrevive a tal tratamiento. Sin embargo, lo más posible es que, en el curso del proceso, sus restos no digeridos hayan pasado del terreno de lo consumible al de los desechos.

Lo que se puede consumir atrae, los desechos repelen. Después del deseo llega el momento de disponer de los desechos. Según pa­rece, la eliminación de lo ajeno de la alteridad y el acto de desha­cerse del seco caparazón se cristalizan en el júbilo de la satisfacción, condenado a desaparecer una vez que la tarea se ha realizado. En esencia, el deseo es un impulso de destrucción. Y, aunque oblicua­mente, también un impulso de auto-destrucción; el deseo está contaminado desde su nacimiento por el deseo de muerte. Sin em­bargo, éste es su secreto mejor guardado y, sobre todo, guardado de sí mismo.

Por otra parte, el amor es el anhelo de querer y preservar el ob­jeto querido. Un impulso centrífugo, a diferencia del centrípeto deseo. Un impulso a la expansión, a ir más allá, a extenderse hacia lo que está “allá afuera”. A ingerir, absorber y asimilar al sujeto en el objeto, y no a la inversa como en el caso del deseo. El deseo es ampliar el mundo: cada adición es la huella viva del yo amante; en el amor el yo es gradualmente transplantado al mundo. El yo amante se expande entregándose al objeto amado. El amor es la su­pervivencia del yo a través de la alteridad del yo. Y por eso, el amor implica el impulso de proteger, de nutrir, de dar refugio, y también de acariciar y mimar, o de proteger celosamente, cercar, encarcelar. Amar significa estar al servicio, estar a disposición, es­perando órdenes, pero también puede significar la expropiación y confiscación de toda responsabilidad. Dominio a través de la en­trega, sacrificio que paga con engrandecimiento. El amor y el ansia de poder son gemelos siameses: ninguno de los dos podría sobre­vivir a la separación.

Si el deseo ansia consumir, el amor ansia poseer. En cuanto la satisfacción del deseo es colindante con la aniquilación de su obje­to, el amor crece con sus adquisiciones y se satisface con su durabi­lidad. Si el deseo es autodestructivo, el amor se autoperpetúa.

Como el deseo, el amor es una amenaza contra su objeto. El de­seo destruye su objeto, destruyéndose a sí mismo en el proceso; la misma red protectora que el amor urde amorosamente alrededor de su objeto, lo esclaviza. El amor hace prisionero y pone en custo­dia al cautivo: arresta para proteger al propio prisionero.

El deseo y el amor tienen propósitos opuestos. El amor es una red arrojada sobre la eternidad, el deseo es una estratagema para evitarse el trabajo de urdir esa red. Fiel a su naturaleza, el amor lu­chará por perpetuar el deseo. El deseo, por su parte, escapará de los grilletes del amor.

“Las miradas se encuentran a través de una habitación atestada; se enciende la chispa de la atracción. Conversan, bailan, se ríen, comparten un trago o una broma y, antes de darse cuenta, uno de los dos dice: ‘¿Tu casa o la mía?’. Ninguno de los dos está en busca de una relación seria, pero de alguna manera una noche puede convertirse en una semana, después en un mes, en un año o más tiempo”, señala Catherine Jarvie.

Ese imprevisible resultado del fogonazo del deseo y de una sola noche para sofocarlo es, según Jarvie, “un punto intermedio entre la libertad de los encuentros ocasionales y la seriedad de una rela­ción importante” (aunque la “seriedad”, tal como la propia Jarvie recuerda a sus lectores, no sirve para proteger a una “relación im­portante” ni impide que ésta termine en “dificultades y amarguras” cuando un miembro de la pareja “sigue comprometido con la rela­ción mientras el otro ansia buscar nuevos campos de pastoreo”). Los puntos intermedios -como todos los otros acuerdos “hasta nuevo aviso” dentro de un entorno fluido en el que comprometerse con el futuro es tan imposible como ofensivo- no son necesaria­mente malos (según la opinión de Jarvie y la doctora Valerie Lamont, una psicóloga colegiada a quien cita en su nota), pero cuan­do “se comprometa, aun a medias”, “recuerde que le está cerrando la puerta a otras posibilidades románticas” (es decir, renunciando al derecho de “buscar nuevos campos de pastoreo”, al menos hasta que su pareja reclame primero ese derecho).

Una observación aguda, un cálculo sensato: usted se encuentra ante una elección. Elige el amor o elige el deseo.

Más observaciones agudas: sus miradas se cruzan a través de la habitación y antes de darse cuenta… El deseo de compartir la cama brota de la nada, y no necesita golpear muchas veces a la puerta pa­ra que lo dejen entrar. Aunque no es una característica común de nuestro mundo obsesionado por la seguridad, esas puertas tienen pocos cerrojos, o ninguno. Nada de circuito cerrado de televisión para estudiar detalladamente a los intrusos y distinguir a los perver­sos merodeadores de los visitantes de buena fe. Simplemente, com­probar la compatibilidad de los signos del zodíaco (como ocurre en los comerciales de una marca de teléfonos móviles) será suficiente.

Tal vez decir “deseo” sea demasiado. Como en los shoppings: los compradores de hoy no compran para satisfacer su deseo, como lo ha expresado Harvey Ferguson, sino que compran por ganas. Lleva tiempo (un tiempo insoportablemente largo según los parámetros de una cultura que aborrece la procrastinación y promueve en cambio la “satisfacción instantánea”) sembrar, cultivar y alimentar el deseo. El deseo necesita tiempo para germinar, crecer y madurar. A medida que el “largo plazo” se hace cada vez más corto, la veloci­dad con que madura el deseo, no obstante, se resiste con terquedad a la aceleración; el tiempo necesario para recoger los beneficios de la inversión realizada en el cultivo del deseo parece cada vez más largo, irritante e insoportablemente largo.

A los gerentes de los shoppings, los accionistas no les han dado ese tiempo, pero tampoco quieren dejar que la decisión de compra sea determinada por motivos que surgen y maduran arbitrariamente, ni abandonar su cultivo en las manos inexpertas y poco confiables de los compradores. Todos los motivos necesarios para que los compradores compren deben surgir de inmediato, mientras cami­nan por el centro de compras. Y también deben morir de inmedia­to (gracias a un suicidio asistido, en la mayoría de los casos), una vez que han cumplido su cometido. Su expectativa de vida se redu­ce al tiempo que le lleva a los compradores recorrer el shopping des­de la entrada hasta la salida.

En nuestros días, los centros de compras suelen ser diseñados te­niendo en cuenta la rápida aparición y la veloz extinción de las ga­nas, y no considerando el engorroso y lento cultivo y maduración del deseo. El único deseo que debe emanar de una visita al centro de compras es el de repetir, una y otra vez, el jubiloso momento en que uno “se deja llevar” y permite que su propio anhelo dirija la es­cena sin ningún libreto prefijado. La breve expectativa de vida de las ganas es una de sus mayores ventajas, que le confiere superiori­dad sobre los deseos. Rendirse a las propias ganas, en vez de seguir un deseo, es algo momentáneo, que infunde la esperanza de que no habrá consecuencias duraderas que puedan impedir otros mo­mentos semejantes de jubiloso éxtasis. En el caso de las parejas, y especialmente de las parejas sexuales, satisfacer las ganas en vez de un deseo implica dejar la puerta abierta “a otras posibilidades ro­mánticas” que, tal como sugiere la doctora Lamont y reflexiona Catherine Jarvie, pueden ser “más satisfactorias y plenas”.

Como los actos nacidos de las ganas ya han sido profundamente implantados por los enormes poderes del mercado de consumo, seguir un deseo parece conducirnos, de manera incómoda, lenta y perturbadora, hacia el compromiso amoroso.

En su versión ortodoxa, el deseo necesita atención y preparativos, ya que involucra largos cuidados, complejas negociaciones sin resolu­ción definitiva, algunas elecciones difíciles y algunos compromisos penosos, pero peor aún, implica también una demora de la satisfac­ción, que es sin duda el sacrificio más aborrecido en nuestro mundo entregado a la velocidad y la aceleración. En su radicalizada, reduci­da y sobre todo compacta encarnación en las ganas, el deseo ha per­dido casi todos esos atributos desalentadores, concentrándose más exclusivamente en el objetivo. Como lo expresaban las publicidades que anunciaban la novedad de las tarjetas de crédito, ahora es posi­ble concretar “el deseo sin demora”.

Cuando la relación está inspirada por las ganas (“las miradas se encuentran a través de una habitación atestada”), sigue la pauta del consumo y sólo requiere la destreza de un consumidor promedio, moderadamente experimentado. Al igual que otros productos, la relación es para consumo inmediato (no requiere una preparación adicional ni prolongada) y para uso único, “sin perjuicios”. Primor­dial y fundamentalmente, es descartable.

Si resultan defectuosos o no son “plenamente satisfactorios”, los productos pueden cambiarse por otros, que se suponen más satisfactorios, aun cuando no se haya ofrecido un servicio de posventa y la transacción no haya incluido la garantía de devolución del di­nero. Pero aun en el caso de que el producto cumpla con lo prome­tido, ningún producto es de uso extendido: después de todo, autos, computadoras o teléfonos celulares perfectamente usables y que funcionan relativamente bien van a engrosar la pila de desechos con pocos o ningún escrúpulo en el momento en que sus “versiones nuevas y mejoradas” aparecen en el mercado y se convierten en comidilla de todo el mundo. ¿Acaso hay una razón para que las re­laciones de pareja sean una excepción a la regla?

(…)

Parece que el dilema no tiene solución. Y peor aún, parece plan­tearnos una paradoja absolutamente injusta: la relación no sólo no cumple en satisfacer una necesidad, tal como se esperaba de ella, sino que además convierte esa necesidad en algo aún más irritante y enlo­quecedor. Usted buscó esa relación con la esperanza de mitigar la in­seguridad que lo acosaba en soledad, pero la terapia sólo ha servido para agudizar los síntomas, y tal vez ahora usted se siente menos se­guro que antes, aun cuando la “nueva y agravada” inseguridad ema­na de otra parte. Si usted pensaba que los intereses de su inversión en la compañía serían pagados con la moneda de la seguridad, evi­dentemente ha actuado sobre la base de presupuestos equivocados.

(…)

Con la posible excepción de una causa común contra un tercero, no hay nada que promueva tanto una relación cómoda como la mutua adulación”. Otra perversión consiste en “querer cambiar a la gente. Tenemos opiniones definidas acerca de cómo hacer las cosas y de cómo deberían ser los otros. Estas opiniones carecen de comprensión, porque cuanto más definitivas son las opiniones, tanto más necesario es que no nos distraigamos com­prendiendo demasiado a los que queremos cambiar”.

El problema es que ambas perversiones suelen ser hijas del amor. La primera perversión puede ser resultado de mi deseo de comodi­dad y paz, tal como sugiere Lögstrup. Pero también puede ser —y suele ser así- producto de mi amoroso respeto por el otro: te amo, y por eso te dejo ser como eres y como quieres ser, por más que du­de de la sabiduría de tu elección. A pesar del daño que tu obstina­ción pueda causarte, no me atrevo a contradecirte, para que no te veas obligado a elegir entre tu libertad y mi amor. Puedes contar con mi aprobación, pase lo que pase… Y como el amor sólo puede ser posesivo, mi generosidad amorosa está asistida por la esperanza: este cheque en blanco es un don de mi amor, un don precioso que no se encuentra en otra parte. Mi amor es ese tranquilo refugio que buscabas y que necesitabas aunque no lo buscaras. Ahora pue­des descansar y dejar de buscar…

Es la posesividad del amor en acción, pero una clase de posesividad que se manifiesta en la contención y el autodominio.

La segunda perversión es la de la posesividad del amor dejada en libertad sin ninguna restricción. El amor es una de las respuestas paliativas a la bendición/maldición de la individualidad humana (…).

A veces resulta difícil distin­guir la adoración del amado de la adoración a uno mismo; se pue­de atisbar el rastro de un ego expansivo pero inseguro, desesperado por confirmar sus inciertos méritos por medio de su reflejo en el espejo o, mejor aún, de un adulador retrato, laboriosamente reto­cado. ¿No es cierto, acaso, que algo de mi valor único se le ha contagiado a la persona que yo (repito: que yo mismo, ejerciendo mi soberana voluntad y capacidad) he elegido -la que he elegido entre la multitud de personas comunes y corrientes para que sea mi —y sólo mi- compañera? En el deslumbrante brillo de la elegida, mi propia incandescencia encuentra su reflejo centelleante. Eso au­menta mi gloria, la confirma y la respalda, transmite la noticia y la prueba de mi gloria a cualquier parte donde vaya.

¿Pero puedo estar seguro? Lo estaría, si no fuera por las dudas que hacen sonar sus grilletes en el oscuro calabozo de lo no-pensa­do, donde las encerré con la vana esperanza de no volver a oír ja­más de ellas. Reparos, recelos, la aprensión de que la virtud pueda ser defectuosa y la gloria pura fantasía… de que la distancia entre yo tal como soy y el yo verdadero que pugna por salir, pero que aún no lo ha logrado todavía, debe ser franqueada, y eso es algo muy difícil.

Mi amada podría ser una tela donde pintar mi perfección en to­da su magnificencia y esplendor, ¿pero no aparecerán también manchas y borrones? Para limpiarlos, o para ocultarlos en caso de que estén muy adheridos y sea imposible eliminarlos, hay que lim­piar y preparar el lienzo antes de empezar a pintar, y luego estar muy atento para asegurarse de que los rastros de la antigua imper­fección no emergerán de su escondite bajo sucesivas capas de pin­tura. Cada momento de descanso tiene un precio, hay que restau­rar y repintar sin descanso… (Págs. 24-35)

—————————–

* Sobre el mito de Don Juan ya se ha hablado anteriormente al hablar sobre El mito del andrógino.

1 Erich Fromm, The Art of Loving (1957), Londres, Thorsons, 1995, p. VII [trad. esp.: El arte de amar, Buenos Aires, Paidós, 1999]. 2 Emmanuel Levinas, Le Temps et l’autre, París, Presses Universitaires de France, 1991, pp. 81 y 78 [trad. esp.: El tiempo y el otro, Barcelona, Paidós, 1993].3 Guardian Weekend, 12 de enero de 2002.

REFERENCIA DEL TRABAJO:
http://cabalgandoaltigre.wordpress.com/2007/07/24/amor-liquido-ii-sobre-el-amor-y-el-deseo/

20 de diciembre de 2011

¿Qué es el MerKaBa?



El MerKaBa es un campo de luz contra rotatorio, generado por la rotación de formas geométricas específicas, que afecta simultáneamente a nuestro espíritu y a nuestro cuerpo físico. Es un vehículo que puede ayudar a la mente, al cuerpo y al espíritu, a acceder y a experimentar otros planos de realidad o potenciales de vida. De hecho, el MerKaBa es mucho más que esto, es una herramienta que te ayuda a aprender más sobre ti, a conectar con tu Ser Superior y experimentar niveles superiores de conciencia.

QUE ES EL MERKABA

Para poder explicar qué es el Merkaba se debe explicar en forma general el flujo de energía y los campos de energía que rodean al cuerpo humano. La primera definición se refiere Prana,Chi, Energia takionica o ki – está es la fuerza de la Vida. Esta energía invisible existe en todo lugar en el universo en grandes cantidades. Prana se introduce en el cuerpo por la coronilla de nuestras cabezas (por esta razón hay un orificio en los cráneos de embriones nonatos). El mayor flujo Prana corre a través del centro de nuestro cuerpo semejando a un tubo. De allí fluye dentro de ocho centros principales conocidos como Chakras. Esta palabra en Indio Sánscrito significa “rueda rotante”, por la apariencia de estos complejos flujos energéticos. Según los antiguos egipcios existen trece chakras que se relacionan a diferentes centros de energía.
De los "Chakras" sean dividido líneas energéticas (meridianos) que llegan a cada célula. Los campos tienen precisas formas geométricas. Cada una de ellas está formada de tres figuras tetraedricas idénticas en nuestro cuerpo. Poseemos un campo Prana que rodea nuestro cuerpo resultante de los meridianos y del flujo Prana. Luego, también existe el campo del aura. El campo del aura es un campo energético con forma oval que rodea nuestro cuerpo y cambia de color de acuerdo con nuestros pensamientos, sentimientos y emociones. Después del aura poseemos cientos de campos electromagnéticos. Estos campos poseen precisas formas geométricas. Cada uno de ellos está formado por tres campos idénticos con la misma medida y forma.
El Campo Prana es la estrella tetraedro, una Estrella de David tridimensional. Una persona es capaz de hacer rotar dos de los tres campos tetraedros in direcciones opuestas al utilizar la antigua técnica respiratoria Prana, y así creamos un enorme campo de energía de 17 metros - nuestra luz corporal, el Merkaba.

Merkaba para curación y balance
Las variedades de beneficios del uso de Merkaba son muy variadas: Es un muy poderoso instrumento de curación y protección. Al utilizar la antigua técnica respiratoria Prana, somos capaces de restaurar el flujo Prana a través de la glándula pineal en el centro de nuestro cerebro. Este revivido uso de nuestra glándula, que ha estado virtualmente dormido durante 13,000 años, permite el realzado uso de nuestras habilidades telepáticas y extrasensorias.

El Merkaba
balancea y revive las actividades entre las dos partes de nuestro cerebro. Tal entrenamiento fortalece nuestras sensibilidades y habilidades mentales, (actualmente utilizamos tan solo entre 5 y 10% de nuestro cerebro). EL Merkaba nos ayuda en nuestro crecimiento espiritual. Nos conecta con nuestro yo supremo (por ejemplo, nosotros mismos en un nivel de conciencia más alto).
El Merkaba nos permite sentir amor incondicional curándonos a nosotros mismos y a otros. Nos da la posibilidad de crear todas las clases de realidades armoniosas que deseemos. El Merkaba puede ser “programado” para hacer cualquier cosa (el único inconveniente es nuestra propia creencia e imaginación). El Merkaba es también un instrumento que puede ser utilizado para trascender dentro de otras dimensiones.

19 de diciembre de 2011

La clave está en observarse


Sabemos la importancia que tiene el que nuestros pensamientos sean positivos.
Sabemos la importancia que tiene ser agradecido, valorar lo que tenemos y sonreir...
Cuando estamos bien, todo fluye, las cosas salen como deseamos y nos sentimos dichosos.
Pero en la vida hay muchos momentos que perdemos la fuerza y la esperanza. Muchas veces tenemos que enfretarnos a situaciones de estrés, angustia o a momentos dolorosos. Situaciones que vienen de frente y que no nos créemos capaces de afrontar. La reacción natural del ser humano suele ser el miedo, bloqueando sin darnos cuenta la respiración y nuestro flujo de energía, provocándonos mas malestar.
Y si sabemos la importancia que tiene el sentirnos bien, ¿por qué nos cuesta tanto?
La clave está en observarse, darse cuenta en cada momento como estamos reaccionando. Si nos damos cuenta podemos dejarlo fluir y no bloquearlo.
Si nos damos cuenta, seguimos respirando, conseguimos que el dolor, miedo o angustía sigan fluyendo, que no se queden atascados dentro nuestro y respiramos....profundamente, respiramos....
Y poco apoco, nos sentimos mejor, vamos retomando la esperanza y la fuerza, y poco a poco volvemos a sentirnos bien.
Observa frecuentemente tu estado de ánimo.
Articulo de Loreto Alonso-Alegre Arana.

18 de diciembre de 2011

CERRAR CICLOS EN EL 2012



Cada vez que termina un año,  es frecuente proponernos cerrar un ciclo y abrir otro. Deseamos borrar todas las experiencias desagradables que tuvimos, recordar solo la buena suerte y los logros que alcanzamos de ese año que se va. Nos encanta hacer promesas  para el nuevo año que vamos a vivir, sin entender por qué nunca llegamos a concretarlas. Nos gusta volver a saborear las alegrías que pudimos tener  en un determinado momento, la pareja ideal que conseguimos, el carro último modelo que adquirimos o cierto ascenso profesional que alcanzamos. Pero aquello que nos dejo una herida  tiene que morir dentro de nosotros. Y es que por lo general, para los occidentales, lo ideal es obtener solo exitos y cero fracasos en la vida. Entonces, ¿estamos cerrando ciclos? O más bien, ¿vivimos una espacie de neurosis colectiva irreal?  Nos enfrentamos a una sociedad en la que todos debemos ser hermosos, exitosos y perfectos. Haciendo conciencia de esto, podemos decir que:
1. Nos gusta vivir lo bueno de la vida, pero no lo malo.
 2. Debemos cerrar ciclos, cuando en realidad reprimimos aquellas heridas y traumas para que “no se nos noten”.
Adoptar una máscara es mucho mejor y más comodo. ¿Qué ira a decir la familia de mi si no soy el mejor hijo? ¿Qué dirán mis hijos si me ven en aquello o esto? ¿Qué dirá papa si no cumplo con sus expectativas? ¿Qué dirá mama, si distinto a ella, yo decido ser soltero toda la vida y dedicarme a mí? ¿Qué dirán mis amigos si me divorcio? Estas y otras preguntas pasan por las cabezas de muchos desde la adolescencia, pasando a la adultez y llegando inclusive a la madurez. Habrá quienes partan de este plano con esas tormentosas preguntas hasta la tumba. ¿Serian de verdad sanos y felizes? Quizás vivieron profundamente heridos, desolados, sin saber cómo pasar la página.
Tú puedes hacerlo, pero hazlo desde la herida.
Todo buen psicoanalista sabe que, para extirpar algo nocivo de la vida de una persona, primero debes descubrir cuál es el origen del problema. Solo así podrás sanarte, hacerte consciente de ese proceso o llevarte como una guía hacia una luz desde aquel túnel. Lo primero que debes hacer cuando tengas  un problema, un conflicto, una angustia, una rabia que no puedas sacar de tu corazón, es hacerla consciente. ¿Por qué tienes que obligarte a perdonar si no lo sientes así? Ese perdón debe conseguirse de forma natural, no impuesta. No puedes empeñarte en sonreír mientras llevas el dolor sin saber qué hacer con ello.
Busca la raíz del asunto que te duele, revívelo, recuerda que fue tanto lo que te molestó, por qué crees que te hirió tanto. Una vez que te enfrentes a ese dolor, si quieres llorar, llora. Siente dentro de ti esa herida y reconócela como parte de tu vida. Una vez que hayas quitado esa venda, que hayas enfrentado esa verdad (tu verdad), tendrás la batalla ganada. ¿Por qué? Porque habrás reconocido que no solo eres éxito, triunfos y perfección, sino que también estas sujeto a emociones, rabia y dolor. ¿y qué pasa cuando reconocemos esto? Pasa que sientes la vida desde lo humano, no desde lo divino como nos enseñaron  a vivir. Pasa que debemos  respetar nuestros procesos de duelo, para seguir viviendo sin mascaras. ¿Qué es lo valioso de todo esto? Lo valioso es que puedes aceptarte como eres y que con esa nueva variante puedes cerrar ciclos de angustia y desolación.
¿Cuándo debemos cerrar ciclos?
En caso de perdidas, renuncias, despidos y quiebres económicos. Robos, estafas, muertes físicas, rupturas sentimentales, rabias y odios que no nos dejan avanzar, resentimientos por comparaciones absurdas, culpas, miedos, angustias, todo complejo que sea nocivo y que nos deje vivir en paz.
Porque, al final, ¿de qué nos sirve odiar?
Una vez que hayas reconocido tu propio dolor y te permitas sentirlo, tomate tu tiempo para recuperarte, no desde la derrota, sino desde el sentido del aprendizaje. No desde la culpa, sino desde la idea de que la vida tiene sus sinsabores y debemos aprender  a asimilarlos. Una vez allí, pregúntate si ese sentimiento que te embargaba te era útil. ¿De qué sirve odiar? ¿Qué beneficios te trae? ¿Vengarse es lo apropiado?  Si decides seguir odiando, acabaras  odiandote a ti mismo. Porque ese sentimiento te puede enfermar. Enfermara tu físico y te afectara a ti, no a la situación, ni al otro. En cuanto a los beneficios, solo puedes beneficiarte desde el momento en que lo reconoces y lo aceptas para luego superarlo y dejarlo atrás. Poco a poco, y en el tiempo que te tome hacerlo, será perfecto. Si quieres, llámalo perdón, pero en realidad se trata de integrar un proceso donde te darás cuenta que después de una caída, puedes levantarte y continuar.
 Si piensas en vengarte, será peor. Todo lo que hagas en detrimento de los demás, te será devuelto por la ley de causa y efecto. Así que eso no es válido en este juego.
Consejos:
  1. Ante, una pérdida, un rompimiento sentimental, infidelidad o, tal vez, al ser juzgado  por algo, lo mejor es reflexionar al  respecto y entender que ninguno de los seres humanos somos perfectos.
  2. Haz conciencia de que eres humano y que los errores son validos en la vida. Si no, ¿Cómo se llega a los aciertos?
  3. Respeta tu proceso de vida y el de los demás, cada cual vive a su ritmo y de acuerdo a las circunstancias personales de su destino.
  4. Todo dolor debe sacarse, analizarlo y reconocerlo como parte de la vida. No como algo negativo, si no como una experiencia más de aprendizaje.
  5. Entiende que así como eres humano y cometes errores, lo demás también lo son y pueden cometerlos al igual quetu.  En lugar de odiar, reconócete en el otro. Ponte en sus zapatos.
Para esta navidad es muy importante que decidas explorar en tu pasado, reconociendo tus errores, para luego conquistar tu paz interna desde la aceptación de la vida tal y como es. En este año nuevo, tomate un tiempo para reflexionar sobre tus heridas, reconócete en ellas y pregúntate, ¿Qué lograste aprender? Porque lo que no debes de olvidar jamas, es que el fin primordial de esta nuestra vida, es aprender a convivir los unos con los otros y dar constancia de nuestra hermandad universal. Deja atrás el papel de víctima. Decide de una vez romper esas cadenas. ¿Hiciste el ejercicio? Seguro ya te sientes mejor. Ahora si puedes pasar la página.
Es muy importante:
No juzgarse ni culparse. Tampoco buscar juzgar y culpar a los demás. Cada evento de vida, sea malo o bueno, es importante para el desarrollo psíquico y evolutivo del ser humano.
No compararse con nadie. Cada quien es único y maravilloso.
Respetarte como eres para que los demás también lo hagan.
Avanzar en tu comprensión según tu propio ciclo interno. El objetivo es que tus logros los consigas por tu convencimiento, a tu ritmo, no al de los demás, si no es asi, llegaras a cansarte y no proseguiras, e indefectiblemente deberas mas adelante volver a enfrentar y dilucidar estas mismas cuestiones.
Toma el control de tu vida. Solo tú debes ser responsable de ella. Disfrútala y vívela desde tu punto de vista.

 
ir arriba ir abajo